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Pocos procesos históricos son capaces de aglutinar una aureola tan mítica y favorable como el ansia de libertad que prendió mecha a la Revolución Mexicana

Un legítimo empeño de dignidad, trabajo y justicia social impulsado por varios movimientos socialistas, liberales, anarquistas, populistas y agrarios, que derivó de mala manera, desde la oposición contra el orden establecido hacia violentas luchas por el poder para acabar transformado en una larga guerra civil. Un extenuante proceso que vino a costar en torno a un millón de vidas humanas y no se cerró formalmente hasta la década de los 40. A cuenta de la persistencia de algunas de aquellas desigualdades hay quien afirma hoy que la Revolución todavía está en marcha... 

De lo que no hay duda es que constituyó la implosión del régimen dictatorial de Porfirio Díaz por una sucesión de breves presidencias, levantamientos, planes, liderazgos y sangrías que llevaron a México desde la tiranía del dictador omnímodo a la 'modernidad' del partido único, el PRI, que acapararía el poder hasta casi terminar el siglo XX. Además de alumbrar una cosmografía mesiánica en torno al caudillaje y los procesos revolucionarios que ha dejado honda huella y aún hoy impregnan el imaginario colectivo de Hispanoamérica.


30 Años de PORFIRIATO
La Revolución llegó a México para poner fin a un insoportable sistema de opresión y desigualdades sociales, tras un siglo de independencia en el que las oligarquías agrarias y el concurso de las potencias industriales extranjeras habían perseverado en la servidumbre del pueblo y la corrupción institucional. Desde 1876 el general oaxaqueño Porfirio Díaz, antiguo héroe de la Guerra de la Intervención Francesa, imponía una férrea dictadura. No obstante, durante los últimos 30 años México experimentó cierto crecimiento económico, fruto de la estabilidad política proporcionada por el dictador, el expolio de las materias primas y la explotación de los estratos más desfavorecidos de la sociedad, para beneficio de una minoría de aristócratas del régimen y familias de potentados rurales.

La ausencia de democracia y cauces representativos, la injusta distribución de la tierra y riquezas del país, la explotación sistemática de los trabajadores, la corrupción política y administrativa y hasta el estancamiento cultural de México, convergieron para que los círculos opositores al régimen porfirista depositasen sus esperanzas en la candidatura de Francisco I. Madero, un hacendado de Coahuila fundador del Club Democrático Benito Juárez y autor del libro 'La sucesión Presidencial en 1910'

Por su parte Díaz, embargado por salvar su larga trayectoria dictatorial trataba de asimilar el sentimiento popular en México, al comprometerse públicamente a permitir la creación de partidos políticos que presentasen candidatos a la elección de un nuevo presidente en los comicios previstos para junio de 1910, anunciando que no presentaría su reelección. Madero aprovechó esta postura de Porfirio Díaz y realizó diversas giras en el país con idea de formar un partido político que eligiera a sus candidatos en una asamblea nacional y compitiera en las elecciones. Tras la fundación de su propio partido se postuló como presidente y candidato del mismo, adoptando la postura Antirreeleccionista, en contraposición al partido Reeleccionista organizado por Díaz, quien ya se había desdicho de sus primeras intenciones para volver a optar a la Presidencia de la República.

A continuación, poco antes de las elecciones, Madero fue arrestado por sedición acusado de haber pronunciado un discurso injuriando al Presidente. Fue encarcelado en Monterrey y posteriormente trasladado a San Luis Potosí. Con Madero fuera del escenario Porfirio Díaz no tuvo inconveniente alguno para salir reelegido Presidente de México. Solo después sería puesto en libertad bajo fianza con la prohibición de abandonar el país. Pero a principios de octubre Francisco Madero logró escapar a San Antonio, Texas, donde reunió a partidarios y allegados, y lanzó el manifiesto conocido como Plan de San Luis Potosí, denunciando el fraude electoral, desconociendo los poderes constituídos y convocando al pueblo a la insurrección armada, además de exhortar a la sublevación al Ejército Federal para derrocar al sátrapa. La fecha señalada fue el 20 de noviembre de 1910



La hora de MADERO
El primer episodio armado de la insurrección tuvo lugar el 18 de noviembre cuando Aquiles Serdán, encargado por parte de Madero de organizar la Revolución en Puebla, fue detectado y rodeado en su casa por un ejército de 500 soldados, a cuyo asalto resistió hasta la muerte. A pesar de este revés la Revolución logró prender en Chihuahua, asumida por las clases populares y las zonas rurales, para extenderse luego a los estados vecinos de Sonora, Durango y Coahuila

Tras varias batallas entre las tropas del régimen y los sublevados, Porfirio Díaz fue derrotado y, alarmado por las proporciones tomadas por la revuelta, intentó negociar sin éxito. Cuando los revolucionarios tomaron Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos, el viejo dictador buscó salvar una salida honrosa presentando su renuncia, abandonando el país y exiliándose en Francia.

Después de seis meses de lucha la revolución maderista había triunfado. Madero, apoyándose en los Tratados de Ciudad Juárez, negoció el poder colocando en el gobierno interino a varios de sus hombres y convocó las siguientes elecciones para 1911. Como Madero no deseaba incurrir en ninguna ilegitimidad decidió que Francisco León de la Barra fuese nombrado Presidente Interino hasta su previsible triunfo, aunque este interinato sólo provocó discordias entre algunos revolucionarios. 

Comitiva triunfal de Madero
Al cabo de la insurrección contra la dictadura y la reelección de Díaz, la revuelta surgida como única opción del movimiento Antirreeleccionista, urbano y de clase media, había derivado en rebelión popular y rural, dando voz a nuevos líderes ajenos a la disputa política pero encandilados por una rápida victoria y seducidos por el poder y la diplomacia de las armas. Personalidades como Pascual Orozco (arriero comerciante) Francisco Villa (bandido y buscavidas) o Emiliano Zapata (domador de potros y jornalero), entre otros, levantaron el entusiasmo de rancheros, vaqueros, mineros, artesanos, campesinos, obreros o indígenas, de un lado a otro del país, la mayoría con muy poco en común con la figura del acomodado Madero. 

Así, Francisco I. Madero resultó vencedor en las elecciones y tomó el poder, en medio de fuertes tensiones disgregadoras. Las discordancias revolucionarias comenzaron a enfatizarse a escasos veinte días de haber accedido a la Presidencia. Como para Madero la Revolución no podía apartarse del camino trazado por la Ley y sólo mediante ella deberían encauzarse los problemas de la nación, exigió que se depusieran las armas, lo que soliviantó al líder mestizo Zapata de una causa que sentía traicionada. Emiliano Zapata se negó a licenciar a sus tropas sin que Madero asumiese primero sus condiciones. Al frente de su Ejército Libertador del Sur lanzó el grito de “Tierra y Libertad” y el Plan de Ayala, argumentando que el primer punto a resolver era la reforma agraria y el reparto de tierras. El Presidente envió al Ejército Federal contra Zapata, advertido de no excederse en la represión.

La situación nacional se hizo más compleja. Se produjeron sucesivos levantamientos armados que trasladaron un clima de inseguridad inquietante para los dueños del poder económico, alteradas la paz y la seguridad esenciales para su prosperidad. La legalidad y el deseo de acuerdo de Madero fueron interesadamente entendidas como fragilidad y temor. Entre las élites financieras, de terratenientes y las empresas extranjeras se extendió la opinión de la incapacidad del Presidente para embridar al país y la necesidad de una acción enérgica contra su gobierno. La legación diplomática estadounidense, resentida con Madero por no favorecer sus aspiraciones comerciales, ayudó a fraguar un plan para derrocarlo. Fue entonces cuando apareció en escena el general Victoriano Huerta, quien había sido encomendado por el gobierno maderista para sofocar la rebelión de Pascual Orozco, sublevado tras quedar marginado del reparto de poder en el norte. Después de vencer al orozquismo había alcanzado la gloria de héroe nacional y ganado además la confianza del Presidente.    
        
Madero y Pino Suárez
Una nueva insurrección a las puertas de la capital de México puso contra las cuerdas al Gobierno. En enero de 1913 tuvo lugar la llamada Decena Trágica, diez días de bombardeos y combates en la ciudad de México que colocaron al general Huerta en situación de defender la capital y la Presidencia de la Nación. Sin embargo, practicando un doble juego urdido por el embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson y en complicidad con Félix Díaz, cabecilla de la sublevación y sobrino del exiliado Porfirio Díaz, mantuvo engañado al Presidente a quien supuestamente defendía, cuando en realidad se había comprometido a derrocarle. Fue el denominado como Pacto de la Ciudadela o de la Embajada, por el cual se establecía el compromiso de Huerta de apresar a Madero, disolver el Ejecutivo para tomar la Presidencia de la República de forma provisional y facilitar que Félix Díaz saliese victorioso en las siguientes elecciones. 

El plan fue un éxito, Madero resultó apresado y forzada su renuncia. El 22 de febrero de 1913, mientras era trasladado a la penitenciaría de Lecumberri, Francisco I. Madero fue asesinado por la espalda, en aplicación de la “ley de fugas”, junto al Vicepresidente Pino Suárez


HUERTAS y los tigres del Norte
Poco después de los sucesos desgraciados de la Decena TrágicaHuerta sería designado Presidente. No le tomó mucho tiempo instaurar una dictadura militar y suprimir la democracia, con la aprobación de los grandes hacendados, los altos mandos militares, del clero y de casi todos los gobernadores, salvo los de Sonora y Coahuila. Sin embargo su débil apoyo social (conocida y pública su traición para hacerse con el poder), su vinculación a los intereses de los Estados Unidos y su desmembramiento del aparato constitucional, le granjearon una opinión pública desfavorable y la reacción en contra de varios jefes políticos, militares y revolucionarios, e incluso la antipatía del nuevo Presidente norteamericano Woodrow Wilson

Poco después del ascenso de Huerta al poder, Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila alzado en armas, fue tomado por los revolucionarios como jefe del proclamado Ejército Constitucionalista con el objetivo de restablecer el orden constitucional, según el plan trazado en la hacienda de Guadalupe

Un año de lucha en el norte irridento (donde con sus éxitos militares cobró fuerza el liderazgo de Francisco 'Pancho' Villa), la ocupación estadounidense de Veracruz, la toma del núcleo ferroviario de Zacatecas por las fuerzas constitucionalistas y su posterior avance hacia la capital, fueron acontecimientos que precipitaron al general Huerta a renunciar a la Presidencia y huir del país en 1914. Paradójicamente, el final le esperaba en la prisión de El Paso, en Texas, dos años más tarde de su detención por aquellos a quien se comprometió en favorecer, los Estados Unidos.

La Revolución fue un conflicto mayoritariamente norteño. En el sur, su lejanía con los Estados Unidos (en donde se obtenían armas y suministros), de los principales frentes de batalla y de la difícil orografía y comunicaciones con el resto del país, ocasionó que el conflicto armado no pasase de simples escaramuzas ni la causa contase con gran aceptación. En cambio en el norte, un sinfín de caudillos, generales y guerrilleros se abrieron paso a sangre y fuego hacia la leyenda. En el estado de Sonora, los generales Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles habían brindado su apoyo a Carranza de manera inmediata, en representación de la clase media, mientras que en Chihuahua la adhesión al bando huertista de Pascual Orozco provocó el ascenso de Pancho Villa, miembro de las clases bajas con gran ascendencia en los sectores populares de la región. 


CARRANZA contra todos 
Carranza, Jefe de la Revolución de acuerdo con el Plan de Guadalupe, convocó a todas las fuerzas a la Convención de Aguascalientes para nombrar un líder único. En esa reunión Eulalio Gutiérrez fue designado Presidente del país, pero las hostilidades se reanudaron cuando Carranza no reconoció el acuerdo, en oposición a las aspiraciones de Villa y Zapata

Villa y Zapata, una alianza fugaz
A partir de aquel desencuentro se profundizaron las diferencias entre las facciones que habían luchado contra Huerta, lo que desencadenó nuevos conflictos. Gutiérrez no tardaría en dimitir ante las presiones de los caudillos. Tras derrotar a la Convención, los constitucionalistas iniciaron los trabajos para la redacción de una nueva Constitución y llevar a Carranza a la Presidencia en 1917. Mientras tanto, la fraternidad de los caudillos revolucionarios se había revuelto en enemistad y lucha encarnizadas. Villa contó sus batallas por derrotas frente al general carrancista Álvaro Obregón, mientras Zapata permanecía a la defensiva en su refugio de Morelos.

Emiliano Zapata
Para 1917 se promulgó la Constitución en la ciudad de Querétaro y Venustiano Carranza se convirtió en el primer Presidente en gobernar bajo un régimen constitucional. Desde el gobierno Carranza se empeñó en hacer posibles las transformaciones sociales y económicas que el país necesitaba, lo que influyó en consolidar su prestigio y posición. Sus prioridades pasaban por lograr la unidad revolucionaria, fortalecer la imagen de su gobierno en el extranjero y poner término a los brotes de insurrección. Carranza gobernó de 1917 a 1920, aunque no logró pacificar del todo el país. Más al contario, la lucha entre la distintas facciones estaba lejos de concluir y los levantamientos continuaron: villistas en el norte, zapatistas en el sur, los felicistas (los seguidores de Félix Díaz), las rebeliones en Chiapas, Oaxaca, Michoacán... algunas incluso, insurrecciones sin más bandera que el pillaje y el asalto al poder local. Carranza fracasó en dotar de una organización funcional y estable a la nación, decantado hacia medidas más enérgicas que retroalimentaron nuevas eras de violencia.


Ajuste de cuentas
En 1919 Zapata sería asesinado por orden de Obregón, el mismo año que éste, viéndose relegado de la sucesión por Carranza, promulgaba el Plan de Agua Prieta, sin reconocer al gobierno constitucionalista y proclamando la soberanía popular. Encuadrado en el denominado Grupo de Sonora se propuso la captura de la capital federal, lo que precipitó la huída de Carranza hacia Veracruz. Durante el trayecto, el Presidente fugitivo fue emboscado y asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla, el 21 de mayo de 1920.

El control de los ferrocarriles resultó clave en el conflicto
Diez años después de iniciada la Revolución, en 1920, Madero, Zapata y Carranza habían muerto, aunque su legado era reivindicado ahora por quienes recogían el testigo de la gobernación de México. Por su parte Pancho Villa se había retirado de la vida militar tras los Convenios de Sabinas, con el reconocimiento a sus méritos guerreros y una hacienda en Chihuahua. Y fue allí donde resultaría asesinado en 1923, tal vez por el mismo verdugo que Zapata, el general Álvaro Obregón, al frente entonces de la etapa final revolucionaria. 

Auspiciado por su prestigio como hábil militar y estratega, Obregón se esforzó por otorgar sus legítimos derechos a obreros y campesinos, haciendo crecer su apoyo popular y asentando las bases de un esquema político diferente. Un sistema que formalizaría definitivamente Plutarco Elías Calles, en la Presidencia de la República tras el asesinato de Obregón en 1924. Como Calles aseguró, finalizaba la era de los caudillos y comenzaba el tiempo de las instituciones. En 1929 fundó el Partido Nacional Revolucionario, posteriormente llamado Partido de la Revolución Mexicana y finalmente Partido Revolucionario Institucional, el PRI, que se mantuvo en el gobierno del país por 70 años (...). 



                                                                                       
Estos fueron los principales hechos, caudillos y logros de una Revolución que conmocionó a América y al mundo hace más o menos un siglo, para quedar ligada por siempre al genio mexicano. Un tropel de apasionado idealismo, justicia social, lucha por el poder, sucias traiciones y venganzas cainitas, amparados en la historia como La Revolución MexicanaUna historia "bien chingona" como argumenta el desencantado revolucionario Jesús Raza (Jack Palance) en el genial western de Richard Brooks, 'Los Profesionales'.





Con el soporte de:
http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_mexicana
'La Revolución Mexicana', de Ramón Talavera Franco  


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Publicado por Manuel Piñero **

Algunas lecturas, músicas y westerns más tarde, decidí iniciar este blog; una escapada por los horizontes lejanos de Norteamérica, junto a sus mitos y reflejos, con la emoción de contarlo.

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