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La década de los cincuenta no fue solo una época de bonanza económica, fulgurante pop art y eclosión de movimientos juveniles. Al tiempo que la televisión conquistaba los hogares y el estilo americano triunfaba en el mundo, en EE.UU. arreciaba la lucha por los derechos civiles, se imponía la caza de brujas y las listas negras y la Mafia expandía el negocio del crimen a la Costa Oeste. Las libertades públicas no vivían su mejor momento en una América que bien poco tenía que ver con la del hula-hoop, las burbujas de cola o el santoral de mitos mediáticos que se nos ha insistido en presentar.

Con ese marco ambiguo, entre los brillos del show business y las alcantarillas del sistema, una serie de televisión pretendió engrandecer la pantalla con retazos de selecto cinismo, cine negro de autor y Rock & Roll remasterizado de finales de los ochenta. El invento se llamaba "Private Eye", siendo emitida en Estados Unidos entre 1987 y 1988. En España tuvo el genérico nombre de "Detective Privado" y fue puesta en antena por 1990.

Ambientada en la ciudad de Los Angeles de 1956, la serie estuvo inspirada en un incidente real acaecido en 1959, un turbio escándalo en el mundo del espectáculo en el se contaron algunos fiambres. Con una duración de 120 minutos su episodio piloto fue "Private Eye", al que siguieron otros 11 de 60 minutos. La trama se centraba en las peripecias y casos de un ex policía de nombre Jack Cleary (Michael Woods) reconvertido a detective privado tras el asesinato de su hermano, y su ayudante, un joven rocker llamado Johnny Betts (Josh Brolin). Salvando las evidentes distancias, eran algo así como "Roberto Alcázar y Pedrín" entre cadillacs y gramolas, con el suntuoso escenario de Los Ángeles en los años cincuenta.

EL CREADOR
Un presupuesto récord en su día para una serie de televisión (18 millones de dólares) y un autor de reconocida fama, Anthony Yerkovich -"Canción triste de Hill Street", "Corrupción en Miami"-, son los avales con que fue presentada "Detective Privado", una nueva vuelta de tuerca al elegante espectáculo del crimen más el añadido de una década prodigiosa.





Anthony Yerkovich ya había escrito algún guión de género policíaco, cuyo mayor éxito fue llamar la atención de Steven Boccho y Michael Kozoll, quienes por entonces estrenaban su "Canción Triste de Hill Street". Incorporado a la serie terminó por especializarse en los especímenes más raros del grupo del Capitán Furillo. Tras unas 2.000 páginas como guionista, hastiado del proyecto, Yerkovich resolvió abandonar en la tercera temporada. 

Su próxima criatura trasladaría la acción de sus textos de las brumas metropolitanas a los tórridas latitudes de Florida"Corrupción en Miami". Aunque los laureles que cosecharía irían para Michael Mann, el productor, el mérito fue de Yerkovich, quien no aguantó más de una temporada en la sombra. Su contribución a la generación del videoclip había quedado ya, no obstante, para siempre inscrita en los anales de la Historia de la Televisión


El fenomenal impacto de "Miami Vice" le abrió las puertas de la cadena NBC, que llegó a poner 18 millones de dólares encima de la mesa, a su entera disposición. Sólo el programa piloto costó 6,5 millones, la mayor parte empleados en la recreación de Los Ángeles de los cincuenta y en los efectos especiales para las escenas de violencia, que lograron conseguir un realismo inédito para la pequeña pantalla de por entonces. 






La pretensión de Anthony Yerkovich era dar forma no tanto a una serie televisiva como a un filme semanal de una hora. "Detective Privado" quería ir más allá del retrato de personajes y casos, llevando a la ciudad de Los Ángeles y al Rock and Roll al primer plano de la narración, de manera tan elocuente como la propia gestualidad del héroe Jack Cleary, un ex policía sombrío en un universo de luces de neón. 

Yerkovich intentó crear algo "sofisticado y atmosférico", de ambiciones expresionistas y manifiesta subjetividad, al estilo del cine negro. "Nada expresado literalmente, sino a través de la imagen", apostilló sobre su propósito. Las miradas de los maestros impresionistas del cine no son ajenas al relato, como tampoco "Miami Vice", obviamente. Es la era del videoclip, imposible resistirse a patinar una y otra vez sobre las siluetas a contraluz, las barbas de tres días o el desfile de amanerados poses de magazine de moda. 


LOS PROTAGONISTAS
Dos personajes soportan el protagonismo en la serie: el ex policía Jack Cleary (Michael Woods), expulsado del cuerpo por falsos cargos, y un rockero de 19 añitos, Johnny Betts (Josh Brolín), al que encuentra paseando por Sunset Strip y al que apadrina moral y materialmente. Estos dos hombres, aún siendo muy diferentes, unirán sus esfuerzos para encontrar al asesino del hermano de Jack. Logrado su objetivo, la Policía le rehabilitará, pero entonces decidirá hacerse cargo de la empresa de detectives que regentaba su hermano e iniciar una nueva vida. Completando la pandilla estaban Charlie Fontana (Bill Sadler), ex compañero de Jack y su contacto en la Policía, más una secretaria llamada Dottie Dworski (Liza Jane Persky), con trazas de Betty Boop, masticadora empedernida de chicle y aspiraciones de estrella de cine.

Jack y Johnny formaban una extraña pareja, pero así lograban ofrecer dos visiones complementarias de un mismo hecho. El telón de fondo del Rock'n'Roll proporcionaba una dimensión mítica a las historias, aparte del celofán visual de Los Ángeles. Por su parte, los locales y shows aportaban actuaciones a una esmerada selección musical, creando atmósferas muy apropiadas para el desfile de personajes y tramas. Joe Jackson se encargó de la música, como ya lo hiciese magistralmente en "Corrupción en Miami". A lo largo de la serie suenan además innumerables clásicos del Rock and Roll, y también de Chris Isaak

La música del californiano tiene un papel destacado en la serie. El quinto episodio, titulado "Blue Hotel" (como su popular éxito), trata sobre un cantante de moda llamado Billy Ray. Las canciones que interpreta son las del propio Chris Isaak, lo que aporta un aire renovado a la música que podría escucharse en los cincuenta. También aparecen por la serie como extras los artistas Lee Rocker y Slim Jim (Stray Cats). 





LA SERIE
Por desgracia "Private Eye" no conoció el éxito. Aún gozando en un primer momento del favor de la prensa, los índices de audiencia de esta serie retro, expresionista y subjetiva, no acompañaron. La incomprensión de la audiencia forzó a la NBC a repensarse el proyecto. Se intentó vanamente que Yerkovich alegrara el lado "oscuro y siniestro" de la serie o que introdujera más humor y menos tragedia. Tampoco gustó que la acción y la atmósfera de la época disputaran el protagonismo a los personajes centrales. Pero la época estuvo ahí desde el principio, clamando por su lugar privilegiado ya desde los títulos de crédito. La época era la historia en sí, lo que la hacía diferente y sugestiva, por encima de malvados, sabuesos y pandilleros, aunque todo suma para que hoy como entonces reconozcamos su gusto y calidad.

Sin embargo la crítica fue inmisericorde, la serie cancelada y las veleidades artísticas de Yerkovich quedaron para fuera del prime time. Algún crítico señaló: "Private Eye debería haber funcionado pero duró cuatro meses. El público la odiaba. Sobre todo, el público odiaba a Michael Woods como Jack Cleary, tan rígido que podría haber sido un Chevy del '57 ''.






Para quienes la seguimos en su día, "Private Eye" ("Detective Privado"no dejará de ser un referente a la hora de fusionar buen cine negro y la época dorada del R&R en un sofisticado producto televisivo.



"How Will the Wolf Survive?" ("¿Cómo Sobrevivirá el lobo?") es el gran álbum de debut de Los Lobos. En 1989 fue clasificado por la revista Rolling Stone en el puesto 30 de la lista de los 100 mejores álbumes de la década de 1980. En 2003, el álbum ocupó el puesto número 461 en la lista de la revista con los 500 mejores álbumes de todos los tiempos.

"How Will the Wolf Survive?" fue el álbum en que Los Lobos enseñaron lo mucho que tenían que decir como compositores, sobre todo con "A Matter of Time" y el corte que presta su nombre al título, dos canciones que ofrecieron una mirada conmovedora y compasiva hacia la vida de los inmigrantes ilegales en Estados Unidos. Si en su anterior trabajo, "...And A Time To Dance", Los Lobos se mostraron como una banda para bailar, en "How Will the Wolf Survive?" demostraron que eran una gran banda de baile y mucho más.

Integrados por Louie Pérez en la batería, guitarra y requinto, David Hidalgo a la voz, acordeón y guitarra, César Rosas en la voz, la guitarra y la mandolina, y Conrad Lozano en el bajo y el guitarrón, Los Lobos juegan hábilmente con la exquisita exuberancia de la Frontera, una fusión de sonidos con la mejor herencia cultural de ambos lados, y una búsqueda íntima de la banda para conservar su mestizaje mexicano-americano, al tiempo que intentaban abrirse paso en la industria del disco.

Los Lobos habían formado parte de varias bandas amateurs de Los Ángeles antes de interesarse por la música de raíz, comprar algunos instrumentos tradicionales mexicanos en las casas de empeño y aprender la música norteña de sus ancestros. En 1983 añadieron además a un saxofonista llamado Steve Berlin (que pronto se uniría a la banda) y grabaron un EP llamado "...And A Time To Dance". Vendieron sólo 50.000 copias, pero se ganaron el favor de la crítica y pudieron comprarse una destartalada Dodge con la que se recorrieron los Estados Unidos y fueron cogiendo tablas. A la vuelta, David Hidalgo y Louis Pérez trabajaron en las canciones de su primer álbum de larga duración, fruto del cual son piezas como "Don't Worry Baby".






"How Will the Wolf Survive?" fue concebido en el verano de 1984 de la mano de T-Bone Burnett, que había coproducido su EP anterior. Las pistas básicas fueron grabadas en el estudio Capitol en Los Ángeles, con doblajes y voz hecha en un estudio-garaje de un amigo de Burnett. Las pistas adicionales fueron editadas en los estudios de Warner Bros., porque "cuando parecía que mejor lo estábamos haciendo, algo salía mal", según contó Pérez.

Cuando el trabajo estuvo casi terminado, el título del álbum surgió de la forma más casual. "How Will the Wolf Survive?" fue inspirado por un documental de National Geographic titulado "¿Cómo Sobrevivirá el Lobo?", que los miembros de la banda acogieron como lema por la relación con su propia lucha por el éxito en los Estados Unidos, manteniendo sus raíces mexicanas. Louis Pérez recordó: "Era como nuestro grupo, nuestra historia: ¿Cual es esta bestia, este animal que las compañías discográficas no pueden entender?. ¿Vamos a tener la oportunidad de hacerlo o no?".

"How Will the Wolf Survive?" es el mejor trabajo de una banda que aprendió a tocar todo tipo de estilos manteniendo su propia personalidad musical en el proceso. El álbum oscila desde el rock clásico ("Don't Worry Baby") y la potencia del R & B ("I Got Loaded") a las baladas country-blues con acento ("A Matter of Time") o temas tradicionales mexicanos ("Serenata Norteña"), siempre con grandes dosis de buen gusto, madurez e inteligencia musical. Breve pero intenso, el disco sienta las bases del brillante futuro del grupo: lograron esa facilidad inédita de pasar de la polka norteña a un rock and roll ejecutado con el alma, de la manera más ágil y divertida.

En definitiva, una obra clave en la discografía de la mejor banda hispana de Los Ángeles, el disco que catapultó a Los Lobos como la banda fronteriza de referencia, "How Will the Wolf Survive?". ¿Logrará sobrevivir el Lobo?








La aportación del Western a la cultura popular y a las artes cinematográficas es ampliamente reconocida. Para hacerse una idea del género basta echar una ojeada a la infinidad de listados que enumeran los mejores trabajos de actores y directoresSin embargo, para esta ocasión te propongo un recorrido por diez elementos que definen su casuística y son recursos habituales de su argumentario. Un viaje al corazón del Western, ilustrado con las películas que mejor representan sus temáticas. !Agárrate a la silla y acompáñanos al Oeste!, ...GO WEST!

1. HORIZONTES LEJANOS    
El Western no habría existido sin un paisaje particular. Hablamos del Mississippi, de las Grandes Llanuras, de las Montañas Rocosas, de los desiertos del Suroeste, los bosques norteños o las frecuentes referencias a México. Los grandes espacios abiertos del Western son una de las principales bazas de su espectacularidad. 

Se trata de un territorio inabarcable y salvaje, tantas veces caprichoso y fantástico. Un lugar aparte que aisla a los personajes en sus peripecias o sobre el que se cierne la zarpa de la civilización. La grandiosidad de montañas, ríos, llanuras y desiertos, contrastada sobre la pequeñez de jinetes solitarios, caravanas de colonos, partidas de guerra o humeantes convoys del ferrocarril, ensalza aún más el reto de su conquista. Es la geografía del Western. Cualquier cinta del género de Anthony Mann serviría para ilustrar esta temática. Te sugerimos “Tierras lejanas” o “La puerta del diablo” y “Centauros del desierto” de John Ford.

2. COLONOS Y CARRETAS  
Las películas del Oeste se circunscriben temporalmente al período histórico comprendido entre el final de la Guerra Civil Americana y los inicios del siglo XX. Un tiempo de grandes movimientos migratorios hacia el Oeste, desplazando o entrando en conflicto con las comunidades nativas que habitaban el territorio.

Ante las inmensidades de Norteamérica, los colonos deben valerse por si mismos, establecer nuevos códigos de convivencia y abrirse camino hasta la supervivencia. Esta nueva tierra prometida, siempre presente en el devocionario de los inmigrantes europeos, su obtención, conquista o salvaguarda (como el rancho que todo colono ansiaba establecer), ha edificado innumerables Westerns. Prueba de ello son cintas como “Más allá de Misuri” o “Caravana de mujeres” ambas de William A. Wellman.

3. INDÍGENAS HOSTILES      
Los indios de Norteamérica son otro sugerente polo de atracción y espectáculo que sumar al discurso épico del Western, solamente con la estampa de sus jefes y guerreros. Su fiereza como combatientes, la pericia con los animales, sus extraños rituales o el particular sistema de valores, se suman para ser determinantes en la cosmografía del género. 


A ojos del westerner es la cultura de los otros, los incivilizados, los salvajes. El mundo indígena tuvo siempre la condición de enemigo formal en el cine del Oeste, como opositor natural al avance de la civilización. Además, los indios representaron el primitivismo improductivo frente al esfuerzo sublimado de pioneros y colonos por rendir las riquezas de la tierra virgen. Su papel cambiaría a partir de los años 60, cuando el Western adoptó una visión histórica más realista y explícita del genocidio cometido sobre las naciones nativas.

Pocas experiencias más evocadoras para cinéfilos de salón que ver una buena peli de indios. Una excelente muestra es “El gran combate” de John Ford.

4. LA CABALLERÍA AMERICANA      
Para conjurar la amenaza de las tribus indígenas y apaciguar los territorios conquistados, los Estados Unidos emplearon la Caballería del Ejército y el Western pudo narrar así con tintes épicos su visión amañada de la Historia


Pelotones de jinetes enfilaron en las pantallas los amplios horizontes del Oeste, entre esponjosos cúmulos y laberínticos roquedos, prestos al auxilio de caravanas y viajeros que respiran por fin airosos al escuchar el mítico toque de “Una trompeta lejana” (como titulaba su obra Raoul Walsh). 

La vida militar transcurre en un singular destacamento de troncos empalizados, el Fuerte, donde la rutina es alterada por las salidas y llegadas de patrullas, despachos oficiales y animados bailes de gala en los que se brinda con ponche. Un sugestivo panorama cuyo mejor ejemplo son las cintas que conforman la trilogía de John Ford homenajeando a la Caballería AmericanaRío GrandeFort Apache y La legión invencible.

5. MUCHO GANADO       
Junto a la mitificación del paisaje y los peligros de su colonización, otra fuente de espectáculo en el cine del Oeste es la interacción con los animales. El caballo es el animal totémico para sus habitantes, sin olvidar a coyotes, pumas o las traicioneras serpientes de cascabel

En el Far West la tierra tiembla a la estampida de manadas de bisontessustento de las comunidades indias y pieza de caza fácil para pioneros y cazadores. Su reflejo civilizado será la ganadería extensiva vacuna para seguir vinculando a hombres y bestias. La gestión del ganado, las aventuras de su trasiego o la simple evocación del oficio de rancheros y cowboys nos han ofrecido joyas como Río Rojo de Howard Hawks, la mejor en su apartado. A destacar también La pradera sin ley de King Vidor.





Corría 1987, días de inmortalidad y noches de color en la Era del Vinilo. Como para toda una generación, el Rock & Roll copaba todos los sentidos. Un día de tantos, mejor una noche, THE DEL LORDS se cruzaron en el camino. Hoy, su semblanza y el hallazgo de su último trabajo merecen la atención de este blog y la suya.

Como decía, fue en uno de aquellos lances nocturnos que THE DEL LORDS hicieron saltar nuestras alarmas entre el martillo y el yunque. Sonidos garajeros, contundentes y resolutivos, pero sobre todo rabiosamente frescos. ¡Tan frescos como una crujiente lechuga!. ¿Una muestra? "Judas Kiss" fue un fenómeno mundial gracias también a este vídeo.






DEL LORDS no son fronterizos al uso sino urbanitas resabiados de la Gran Manzana, con un ojo puesto en 'Dixie' y otro en California. Unos venían del punk y otros del rock urbano. Alguien les etiquetó como los 'Beach Boys' de la Costa Este y nos da que se quedó corto. Con más acierto les encuadraron luego en el denominado nuevo rock americano, junto a otras bandas de semejante ralea que andando el tiempo volcarían sus influencias en un nuevo género: la americana music. Desde los míticos ochenta hasta ayer por la tarde, ellos han estado ahí todo este largo tiempo, como un tarro de mermelada de frambuesa. A un 'pop' se destapan las esencias del rock & roll y el blues, del country y el folk, con un denominador común: rock prístino, melodioso y elegante.








Scott Kempner, Manny Caiati, Eric Ambel y Frank Funaro son los culpables de esta eficiente receta rockera, absorbente, pegadiza y clamorosamente intensa. Arrancaron allá por 1984 con "FRONTIER DAYS", donde mostraron sus credenciales en temas que llegarían a clásicos del grupo como "Get Tough" o "Heaven". La voz solista de Scott Kempner y la pulcritud guitarrística de Eric Ambel se convirtieron en enseña de la banda. Les conocimos a fondo en su segundo trabajo "JOHNNY COMES MARCHING HOME", para perderles la pista tras "BASED A TRUE STORY", allá por 1988. Hasta hoy.

Como muchos buenos grupos que triunfaron a finales de los 80, en plena fiebre rockanrrolera, Los DEL LORDS no tuvieron suerte en sus trabajos posteriores ni cosecharon repercusión significativa en los medios. Como muchos de aquellos, los neoyorkinos encontraron refugio en el tramado de actuaciones en garitos de mala muerte y esperaron que escampase sin dejar de perseverar en el rock. Así hasta "ELVIS CLUB", fresquito y recién salido del tarro este 2013, donde Funaro, Kempner y Ambel recuperan el fulgor emocionante de los tiempos en que invitaban a levantar la birra sobre la barra en la emoción que significa disfrutar de los acordes de una banda de Rock' n' Roll, sin artificio, pegatinas ni campaña de marketing. Solo rock, una espita de sones conectando y expresando otra forma de sentir y comunicarnos.


Si comparte esta sensibilidad no deje pasar un momento más sin escuchar y dejarse llevar por la música de THE DEL LORDS. Canciones como "When the Drugs Kick In", "All of My Life", "Chicks, Man" o "Letter (Unmailed)" le resultarán mil veces más convincentes que cuanto pueda esforzarme en contarle de ellas. Reconocerá enseguida o descubrirá por primera vez el tono de Scott Kempner, comprobará cómo Eric Ambel se emplea a fondo en temas del calibre de "Me and the Lord Blues", "Flying" y la versión de Neil Young, "Southern Pacific".

Ha pasado el tiempo. Todos lucimos bastante más viejos; algunos más sabios, otros más desencantados. Los DEL-LORDS, con la habitual frescura marca de la casa, destapada en cada tema de éste magnífico y reluciente "ELVIS CLUB", se ocuparán de que unos y otros pasen a reconectarse al rock, se agiten en la emoción y muevan sus caderas como si esta noche se subiesen de nuevo las persianas del viejo local.


Ahora, escuche sin salir del blog y al completo el álbum "ELVIS CLUB" de THE DEL LORDS.






                                                                            Una colaboración de Pilar Alonso Márquez



Dice un viejo proverbio Cherokee: "El mundo está lleno de historias que de cuando en cuando merecen ser contadas." La Leyenda de la Rosa Cherokee, corolando el drama del pueblo nativo americano a través de la amarga ruta conocida como el Sendero de las Lágrimas, es una de ellas.

UNA NACIÓN AMERICANA
Cherokee deriva de la palabra Choctaw 'Tsa La Gi' que significa "pueblo de la tierra de las cuevas". Ellos se llamaban a sí mismos 'Ani-Yunwiya', 'los seres humanos'. Historicamente, los Cherokees eran de etnia iroquesa y habían ocupado los territorios el sureste de los Estados Unidos, en las dos Carolinas, Georgia, Alabama y Tennessee.

Según llegaban los colonos europeos, los Cherokees comerciaron y se mezclaron con ellos. Adoptaron algunas costumbres europeas y gradualmente fueron cambiando su modo de vida por una economía agrícola, mientras comenzaban a ser presionados para abandonar sus poblados tradicionales. Durante la Guerra de Independencia (1776-1783), lucharon en el bando de los ingleses, pensando que de obtener la victoria, recuperarían las tierras que ya les habían arrebatado los colonos. Pero no fue así. Al finalizar la contienda cada estado americano asumió prerrogativas para ocuparse a su manera del tema indio.

Para 1819 alrededor de un 90 por ciento de la propiedad de sus tierras había sido cedida a colonos blancos. Socialmente los nativos Cherokees iban siendo asimilados con relativa facilidad y armonía; tenían un alfabeto de escritura para su idioma y su propio sistema de gobierno formal al estilo federal con una constitución escrita. Pero aún había quien pensaba que poseían demasiadas tierras, que éstas debían permanecer a los colonos y que los Cherokees jamás podrían pertenecer a la Unión. Entre ellos destacaba Andrew Jackson, que asumiría la presidencia de los Estados Unidos en 1829. 

Todo cambiaría para los indígenas en 1830. El estado de Georgia sacó a sorteo para los blancos la propiedad de la tierra que aún restaba a los Cherokees, junto a concesiones para iniciar prospecciones auríferas. Acto seguido se les denegó la posibilidad de iniciar negocios tribales, contratos, testificar en juicio contra blancos o extraer el oro. Aparte de robarle sus tierras, se trataba de expatriarlos para que no estorbasen los intereses del gobierno, por lo que muchos optaron por emigrar a otras tierras, lejos de la presión de los blancos. 


Los Estados Unidos vieron en la generalidad de las naciones indígenas bajo su soberanía un freno a su progreso y expansión, aparte de una fuente de problemas de toda índole. El medio que eligieron para atajarlo fue la deportacion masiva de las poblaciones nativas, desde sus territorios seculares a la otra orilla del Mississippi, donde no estorbasen sus intereses ...de momento. Aquel territorio fue llamado la Frontera India Permanente.

En 1830 el congreso aprobó el Acta de Expulsión de los Indios para forzar a los Cherokees que aún quedaban en Georgia y al resto de naciones indígenas del sureste a desplazarse al oeste del Mississippi. Para fingir apariencia de legalidad, en diciembre de 1835 los Estados Unidos utilizaron a una minoría de entre 300 y 500 Cherokees para establecer un tratado en New Echota, Georgia; ninguno de ellos era representante elegido de la nación Cherokee. Mediante la firma del tratado por 20 de ellos, el pueblo Cherokee cedió todo el territorio Cherokee al este del Mississippi a los Estados Unidos. Más de 15.000 nativos Cherokees protestaron contra este tratado ilegal. Así y todo, en mayo de 1836, el Tratado de New Echota fue ratificado por el senado por sólo un voto.

UN CAMINO DE ESPINAS
Los Cherokees trataron de llevar su caso a los tribunales sin éxito. El 26 de mayo de 1838 se ordenó que todos los Cherokees debían abandonar las Smokey Mountains y marcharse a lo que más tarde sería Oklahoma. Las familias fueron separadas y los ancianos y enfermos sacados de sus hogares para abandonar definitivamente sus tierras. La gente sólo tuvo unos instantes para reunir sus pertenencias. John Burnett, uno de los soldados que formó parte de la dotación que acompañó a los Cherokees, dejó constancia de aquel viaje: "Nadie podría olvidar la tristeza y la solemnidad de aquella mañana. El Jefe Cherokee John Ross elevó una plegaria y cuando sonó la corneta y la caravana se puso en marcha, muchos niños se giraron y dijeron adiós con la mano a sus montañas, sabiendo que las abandonaban para siempre".

Mientras se procedía a su expulsión en caravanas vigiladas se les confinó en el interior de fortines empalizados, al tiempo que para protegerles de los colonos blancos que llegaban a Georgia como moscas a la miel, al saqueo de todo cuanto los Cherokees se habían visto obligados a dejar atrás: tierras, casas, ganados, enseres... 

La concentración en los fuertes en condiciones miserables resultó un horrible cautiverio. La comida destinada para la tribu era vendida por la guarnición al mejor postor de los blancos. Lo poco que habían llevado consigo los Cherokees era robado y vendido, sus habitáculos resultaron sucias cuadras y cobertizos, las mujeres y niños padecieron repetidamente la violencia. Desde su posición preeminente los soldados sumieron a sus cautivos en la peor esclavitud, en medio de crímenes horrendos y salvaje racismo. Un miembro de la guardia escribiría más tarde: "Durante la guerra civil ví morir a cientos de hombres, incluyendo a mi propio hermano, pero nada de eso es comparable a lo que hicimos a los indios Cherokee". Algunos Cherokees fueron forzados a vivir en estas condiciones hasta 5 meses antes de empezar el viaje llamado 'Nunna Daul Tsuny', el sendero del llanto, la Caravana de las Lágrimas.

Aunque había programado un calendario de deportación en varias etapas, el hallazgo de oro en los Apalaches precipitó el inicio de la marcha, que comenzaría en el otoño de 1838. Bajo el mando del general Winfield Scott, mal equipados, sin mantas, en muchos casos sin zapatos, con escasez de alimentos y en un estado físico deplorable, se les obligó a hacer un viaje de 1000 millas, 1700 kms, desde Georgia hasta Oklahoma, territorio indio, en pleno invierno. 

El gobierno había suministrado menos de 700 carros para todos, por lo que la mayoría tuvo que hacer el camino a pie. La mujer del jefe John Ross escribió antes de morir de pulmonía: "Mucho tiempo viajamos de camino a la nueva tierra. El pueblo siente mucho dejar nuestro país. Las mujeres lloran y lanzan tristes gemidos, los niños lloran y muchos hombres lloran... pero no dicen nada, bajan sus cabezas y continuan hacia el oeste. Pasan los días y muchos mueren". Un superviviente contó como su padre enfermó y murió; luego moriría su madre y más tarde, consecutivamente, cada uno de sus 5 hermanos. "Uno cada día. Ahora todos se han ido."

SOÑANDO ROSAS
Con la caravana por el Sendero de las Lágrimas, en 1838, comienza la Leyenda de la Rosa Cherokee. En medio de los lamentos y llantos de las madres incapaces de ayudar a sus hijos a sobrevivir al viaje, los ancianos rezaron a sus espíritus por una señal que las animase y diese fuerzas para seguir. 

La leyenda cuenta que entonces, al paso desgarrado de la comitiva Cherokee, una hermosa flor comenzó a florecer en los lugares donde habían caído las lágrimas de las madres. Una rosa blanca por cada una de sus lágrimas, de dorados estambres por el oro robado de las tierras Cherokees y siete hojas en cada tallo por cada uno de los siete clanes Cherokee. Desde entonces la Rosa Cherokee crece a lo largo de la ruta de la Caravana de las Lágrimas hasta el este de Oklahoma

Se estima que entre 1830 y 1850, unos 100.000 indios americanos que vivían entre Michigan, Louisiana y Florida fueron conminados a mudarse al oeste, después de que el gobierno de EE.UU. les impusiese tratados o emplease el ejército para reprimir a cuantos se resistieron. Muchos fueron tratados brutalmente, otros llevados encadenados. Se estima que 3.500 Creeks murieron en Alabama y en su viaje al oeste. En cuanto a los Cherokees, al finalizar del viaje, el 26 de marzo de 1839, cerca de una quinta parte de la nación había muerto durante el camino, de frío, hambre o enfermedad. Los supervivientes lo llamaron 'el Sendero de las Lágrimas'.



"No te pares al lado de mi tumba y solloces.
  No estoy ahí, no duermo.
  Soy un millar de vientos que soplan
 y sostienen las alas de los pájaros...
  No estoy ahí, no he muerto".
(Poema Cherokee)


Y así, un estado formado 50 años antes bajo la premisa de que "...todos los hombres son creados iguales, y son dotados por su creador con unos derechos inalienables, entre ellos el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad..." bajó brutalmente el telón sobre una cultura indígena cuyo mayor crimen fue compartir con ellos el aire, la tierra y los días. 
La Rosa Cherokee es hoy la flor del estado de Georgia.


Una colaboración de Pilar Alonso Márquez




La Frontera es también un lugar caótico e infecto, como bien se esfuerza en demostrar la realidad cotidiana. En los confines del cine negro clásico, la mente privilegiada de Orson Welles llevó a la pantalla una historia de ambiguedad y corrupción que trasladó las sombras del crimen al sórdido avispero de la Frontera

Welles consiguió reescribir y dirigir 'Sed de Mal' en 1958, por mediación de Charlton Heston, cuando su papel inicial no estaba destinado más allá de interpretar al desconcertante comisario Quinlan, quizás el primero de tantos patibularios representantes de la Ley que luego poblarían las fronteras cinematográficas. 


Como alguien dice en la película, las naciones orillan hacia sus fronteras lo peor de sus sociedades, y tal sería el caso de este polizonte, que en ninguna otra cloaca pudo medrar del mismo modo. Fue debido a su caracterización y al pulso rompedor de Orson Welles, interpretándole y dirigiendo la película, que la Frontera tomó a partir de entonces su oscura dimensión: el lugar turbio en el que el bien y mal se entremezclan fatalmente, el tenebroso límite donde las apariencias engañan y toda clase de sabandijas encuentran acomodo. 

El inicio de la trama no puede ser más fascinante. Arrancando con el maravilloso plano secuencia más célebre de la historia del cine, Welles nos lleva en volandas a través de tejados, avenidas y calles, desde el lado mexicano al estadounidense, sin pestañear, entre un sinfín de paseantes, figurantes y carritos de venta ambulante. Palpitando a un ritmico tic-tac  y la pegadiza melodía de Henry Mancini, el último crimen en la Frontera aguarda tras el checkpoint.  




La secuencia, un reparto espectacular y la singular trayectoria de Orson Welles encumbran la película a la categoría de mito, no exenta de discusión. Es evidente que arrancando desde la intensidad de este magistral punto de partida no es fácil mantener una tensión similar a lo largo de todo el metraje. Aunque para nutrirla el excesivo Welles no escatime en efectos y recursos, auxiliado por la atmósfera asfixiante de la fotografía de Russell Mety y la partitura latin-jazz de Mancini, la historia se muestra unas veces inconstante y otras absurdamente previsible. En otras ocasiones, la cocina del guión debe recurrir a curiosos giros para cerrar la trama. Es cine clásico, sin llegar a alcanzar la profundidad una novela policíaca. 

Hay todo un estudio de sombras detrás de cada plano, en noches tan oscuras como el alma misma del catálogo de frikis con que se va encontrando el bienintencionado Vargas (Charlton Heston). Mención especial merecen los actores secundarios, un reparto de pandilleros cuyo retrato sabe a poco, en especial algún personaje femenino. A favor de la película, las primeras figuras se desempeñan con soltura en auxilio de una historia donde nada es lo que parece. Ni siquiera ellas mismas. 

Como Charlton Heston, el héroe hecho busto, tuneado de mexican, soberbio desde su óptica de poli bueno. Él será nuestro introductor a este prefabricado enclave fronterizo hollywoodiense. A sus espaldas descubriremos la ponzoña que se ha venido ocultando tras el despotismo de Hank Quinlan. Por su parte Janet Leigh, todo primor y candidez, vive su primera experiencia sórdida en un motel, ensayando el papel de víctima aterrada que desarrollará más tarde a su paso por Casa Bates. Incluso la diva Dietrich pierde su rubio teutón por tomar la apariencia de gitana fronteriza (...), un detalle aludiendo al mundo hispano quizás para añadir carga sobrenatural a una dimensión ya de por sí bastante esquizofrénica. Su última aparición no viene a cuento.


Pese al buen trabajo de todas ellas, el imán de la película sigue siendo Orson Wells, su protagonista y director, un magnífico ególatra por otra parte. Todo nos conduce a su pontificado, bien encaramado a lo alto de la grúa o jugando al escondite con luces y sombras, bien bajo la sebosa fachada del desquiciante comisario Quinlan

Frente a la rectitud moral y estética de Heston, Orson Welles se recrea en la penumbra moral de su personaje, un abyecto tipejo que ha prosperado enquistado en las costuras de la Ley. Orondo, grasiento, sudoroso y hasta pestilente, nada escapa a su control en este universo confeccionado por los vicios y delitos que todos prefieren dejar a su criterio. Hank Quinlan es 'Sed de Mal', un corrupto que fracasa en invocarnos a la ternura desde la soledad del monstruo. Su maldad solo tiene parangón con su torpeza, incluso en el modo de desplazarse, pues su característica cojera hace que Quinlan parezca arrastrarse como la rata que ciertamente es. En el último desafío intentará conservar una posición preeminente ante la fiscalidad del recién llegado Vargas, un reputado competidor y una incómoda presencia alterando el reinado de Hank Quinlan por primera vez en mucho tiempo.

Esto es 'Sed de Mal' a nuestro modo de ver, la preciosa obra que vino a finiquitar el cine negro clásico. Aunque de negro tenga más sombras que trama, es una delicia redescubrir el magnífico trabajo de director y equipo para componer nuevas perspectivas al discurso y los personajes fronterizos.




Que una carta tarde casi un mes en llegar a su destino es, en nuestros tiempos, poco menos que anecdótico. Pero en el Lejano Oeste de mediados del siglo XIX era lo más corriente. Cualquier documento con destino a California, fuese una ley, una noticia o una simple carta de amor, debía recorrer un territorio en gran parte inexplorado y lleno de peligros. Y eso cuando el documento viajaba en diligencia, cuando no lo hacía en barco y se veía obligado a rodear el continente antes de arribar a las manos de su destinatario, aumentando considerablemente el plazo de entrega. Así, los habitantes de Los Ángeles, por ejemplo, supieron que el estado de California había sido admitido en la Unión seis semanas después del hecho.

El telégrafo y el ferrocarril aún no habían llegado al Oeste, y se hizo necesario un nuevo método para hacer llegar el correo con más premura. La única solución posible en aquellos días de 1860 pareció ser un enlace postal a caballo. Los padres de la idea fueron los principales socios de una empresa de diligencias, especialmente William Russell (1812-1872), y la iniciativa obtuvo el apoyo federal. De ese modo se inició una carrera contra el tiempo que serviría para demostrar si era posible realizar la ruta entre Missouri y California, más de 3.100 kilómetros a través de montañas, praderas y desiertos, en menos de diez días. Eso significaba que los jinetes deberían galopar a toda velocidad durante el trayecto y reeemplazar los caballos con frecuencia, aproximadamente cada 16 kilómetros según estimaciones. Con el objetivo de cumplir con estos requisitos, se construyeron 190 casas de postas a lo largo de toda la ruta para efectuar los relevos, con personal de apoyo, guardias y provisiones.

Russell y sus socios tuvieron que adquirir más de 400 caballos aptos para el servicio, resistentes y rápidos, pero faltaban los jinetes, el otro elemento imprescindible y crucial. La compañía puso un anuncio en marzo de 1860 en estos términos: El Pony Express necesita jinetes jóvenes, delgados (no podían sobrepasar los 56 kilos de peso), resistentes, a ser posible no mayores de 18 años, dispuestos a asumir riesgos mortales casi a diario, y preferentemente huérfanos. El sueldo era de 25 dólares a la semana, nada desdeñable para aquella época, y no fueron pocos los voluntarios que se presentaron a cubrir las poco más de 80 vacantes. A cada uno de ellos se le hizo entrega de una Biblia, y se le tomó compromiso de no blasfemar, no emborracharse y no pelearse con los compañeros.


El primer viaje se efectuó el 3 de Abril de 1860, cuando dos jinetes salieron desde los dos extremos de la línea simultáneamente, un recorrido que fue seguido con atención por la prensa de la época y que gozó de gran popularidad. Prescindiendo de diligencias y usando rutas más cortas, los jinetes del Pony Express consiguieron llevar hasta 70 kilos de correspondencia en 8 días, desde St. Joseph a Sacramento, a unos 2900 km de distancia.

El jinete cambiaba de caballo en cada posta y él mismo era relevado cada cinco o seis cambios, tras recorrer unos 100 km. Cuando se aproximaba a una de las estaciones de relevo ya le aguardaba su nueva montura debidamente preparada, a la que subía al salto tras coger y colocar su mochila con el correo, una alforja de cuero que no podía sobrepasar los 9 kilos de peso. El cambio se efectuaba en menos de treinta segundos. Debían cabalgar también durante la noche, sin más iluminación que la luz de la luna, y sufrir las inclemencias del tiempo. Además, para no sobrecargar de peso a los caballos, sólo se les permitía llevar un único revólver para enfrentarse a indios, bandidos o animales salvajes. Era un trabajo muy duro y fueron muchos los que abandonaron tras un primer viaje, al constatar sus peligrosas y agotadoras condiciones.

El más joven de los jinetes que formaron parte del Pony Express fue “Bronco”Charlie Miller, que tenía 11 años de edad cuando ingresó en la compañía, y el más famoso fue sin duda William F. Cody“Buffalo Bill”, que se incorporó a los 14 y que protagonizó una de las hazañas que marcaron la historia del Pony Express: al encontrar muertos en las paradas de postas a dos de los jinetes que debían sustituirle, realizó él solo el recorrido que les habría correspondido: 615 kms en 21 horas y media. Pero no fue el único héroe de aquella aventura, otros protagonizaron hechos semejantes. Como Robert Haslan, apodado “Pony Bob”, que tras salir ileso de un enfrentamiento con los indios paiutes, batió los récords de velocidad y distancia de toda la historia del Pony Express: 140 kms. en ocho horas y diez minutos. Esas proezas despertaron la admiración de sus coetáneos, quienes veían pasar con entusiasmo y expectación la carrera de aquellos rápidos jinetes.


Con la extensión de las líneas de comunicación, primero del telégrafo y más tarde del ferrocarril, el Pony Express tenía los días contados. La compañía, que había cambiado de manos en marzo de 1861, llevó a cabo su último viaje el 21 de noviembre de ese mismo año. Había durado poco más de año y medio y se había saldado, pese a su éxito como servicio postal, con un gran fracaso económico. La leyenda afirma que en su historia tan sólo llegó a perder una saca de correo.


Con la colaboración de Pilar Alonso Márquez

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