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No frecuento demasiado el término medio, prefiero ir a piñón fijo, aunque a veces sea un fastidio. Lo digo por no poder llegar a actualizar esta bitácora a mayor ritmo del que quisiera. Como decía, si lo acuerdo me involucro y si me apasiona me deshilacho. Al estilo Freddie King, adelante y sin dilacción. Como una bala de cañón, directa a explosionar en su objetivo, el Blues



Así que no es casualidad que The Texas Cannonball acuda a estas páginas. El destino nos busca y sólo hay que abrir los ojos para hallarle. Como la proporción aúrea, el paso de las estaciones o el balanceo sincopado del Blues, ahí está de regreso, esperando paciente a la vuelta de la esquina. Nada es casual, Freddie King lo supo desde el principio.

Un Destino Manifiesto
Frederick Christian King vino aquí abajo en septiembre del año 1934 con una misión entre ceja y ceja. Tenía cinco años cuando pidió en casa una guitarra. "Aún te queda mucho por crecer, Freddie", le dijeron. Más tarde se dirigió al colmado de Winsow, Texas, para encargar una. Cuando el dependiente le preguntó si su madre estaba de acuerdo, el chico respondió tajante: "No, soy yo quien va a tocarla". Ante las siguientes negativas, el pequeño Freddie se deslomó cogiendo algodón hasta ganar lo preciso para hacerse con su primera Fender. ¡Vive Dios que su sacrificio no fue en vano!.

La familia se mudó al sur de Chicago al terminar la década de 1940. Aquello fue como un sueño hecho realidad para el muchacho. ¡La capital y las grandes figuras del Blues a sólo unas manzanas de casa!Tenía 16 años y quedó fascinado por el ambiente de la gran ciudad de IllinoisJunto a otros compinches, Freddie solía merodear los clubes para colarse y ver a los grandes. Una noche se apostó con sus amigos que no sólo iba a colarse en el club, sino que llegaría hasta el escenario y tocaría su vieja guitarra. Y ganó la apuesta. Después de sentarse con la banda, el dueño del club se percató de la juventud de Freddie y ordenó a sus gorilas que lo echasen del local. Fue entonces cuando Howlin' Wolf intervino ante el patrón del club: "¡El chico viene conmigo!", sentenció El Aullador. Más tarde, después de comprobar como tocaba la guitarra acústica, Howlin' le dijo impresionado: "Eres un joven muchacho tocando la guitarra como un alma vieja"..."El Señor, efectivamente, te ha enviado aquí para tocar el Blues". Sería el comienzo de una gran amistad. Bajo la tutela de Howlin' el joven Freddie King intimó con todas las estrellas del género y aprendió a manejarse por las calles de Chicago.



Mientras comenzaba a trabajar en una fábrica de acero empezaron sus oficios como instrumentista de algunas de aquellas vacas sagradas, con la mente puesta en llegar a grabar un disco. Al par de años en la ciudad se casó con una chica de TexasJessie Burnett, aunque el matrimonio no funcionó bien por la querencia de Freddie a las largas veladas de poker y alcohol tras los shows. Despechada, ella volvería a Texas mientras su reciente marido se embarraba en la noche de la urbe y sumaba rechazos audición tras audición, seducido por tocar, beber, jugar y grabar un disco, al mismo tiempo y tal vez por ese orden.

Erre que erre, Freddie conseguió al fin grabar un single en el verano de 1960. ¡Fue fulminante!. Su instrumental "Hide Away" llegó a ocupar un lugar destacado en las listas de éxitos, cuando todavía el Blues no era un género mayoritario entre el público blanco. "Hide Away" ha quedado como una de las grandes piezas instrumentales del Blues todos los tiempos.

El Rey del Blues de los Blancos 
Después de aquel hallazgo, King apuró su veta registrando más de treinta instrumentales y girando en compañía de figuras destacadas del R & B de la época, como Sam Cooke, Jackie Wilson o James Brown. A finales de los 60 firma con el sello Atlantic y su filial Cotillion, de cuya asociación resultaron dos discos de presentación: "Freddie King Is a Blues Master" (1969) y "My Feeling for the Blues" (1970). 

Sin embargo, aunque echase mano de sus dotes vocales por captar un  público más amplio, ambos álbumes no obtuvieron la acogida esperada. La decepción del bluesman duró justo hasta comenzar su gira europea. Salió para un mes y estuvo tres. En Inglaterra, una nueva generación de jóvenes músicos blancos como Eric Clapton o Mick Taylor, estaban tratando de emular su sonido. Imagina el efecto de la maestría y contundencia del aguerrido Freddie King ante un auditorio de pulcros british. Aquello debió ser un revulsivo para todos, tanto como para él mismo, sorprendido por una aceptación que hasta el momento le había sido difícil de logar en casa. 



Con la nueva década contrató de manager a un tipo llamado Jack Calmes, blanco y parte de la "contracultura" que acababa de descubrir el Blues. Jack ayudó a redirigir la carrera del guitarrista al hacerle aparecer en el Festival Pop de Texas, compartiendo cartel con Led Zeppellin, entre otros. "Los chicos de Led Zeppelin se quedaron con la boca abierta viendo tocar a Freddie", recordó Jack. Gracias a aquel golpe Freddie King consiguó captar la atención de un nuevo público y productora. Con Shelter Records su carrera se puso a 100, para ya no retroceder. A partir de su álbum "Getting Ready" pudo mostrar a todos su talento y estilo, en consonancia con la corriente de Blues blanco que se apoyaba en el Rock. Desde su autoridad como intérprete, haciendo gala de una presencia impresionante, Freddie King alternó con artistas como Eric Clapton o bandas como Grand Funk Railroard, los mismos que más tarde le rendirían homenaje en su mayor éxito: "We're an American Band".

De estilo intuitivo y personal, más agresivo y creativo que el de los otros Reyes, BB King y Albert King, éstos con un enfoque más tradicional, y recurriendo a un buen puñado de matices vocales, su Blues combinaba influencias del Blues acústico de Texas con la crudeza del de Chicago. De esta manera, su música ofreció un punto de vista más contemporáneo que el de otras bandas que continuaban tocando a la manera de 1950. Influenció a todos los guitarristas eléctricos que llegaron después. El Blues de Texas jamás fue el mismo después de Freddie King. Su apodo, The Texas Cannonball, es tan elocuente como definitorio de su actitud vital: una andanada de Blues en toda regla.


Freddie King tampoco era amigo de medias tintas: BluesBluesBlues y Bloody Mary. Con una estresante agenda de más de trescientos shows al año y una dieta a base de cigarrillos y alcohol, Freddy se ganó una úlcera de platino que le llevó a la tumba el día de los Inocentes del 1976. Nunca nadie ha parado un cañonazo. 

Fue siempre fiel a si mismo, el más virtuoso de los bluesman eléctricos de su generación. En 2004 fue incluído en el número 15 de la lista de los 100 guitarristas más grandes de todos los tiempos. Su arte jamás decepciona. Como bien dijo Howlin' Wolf, el Señor le había puesto entre nosotros para revolucionar el Blues. Y a ello se empleó con denuedo y pasión en cada acto. Como a mi me gusta, ¡al estilo Freddie King!





Antes de aquella Navidad del 54 Johnny Ace tenía en su mano todo lo que un joven de 25 años podía llegar a desear. Mucho más de lo que ningún otro muchacho afroamericano de Tennessee pudiese siquiera imaginar. En tan sólo un par de años había conseguido poner rumbo a una prometedora carrera musical, el dinero fluía generoso tras cada espectáculo y los amantes de todo el país arrullaban a la luna cobijados bajo el manto de sus melodías. 

A pesar de su apellido artístico, el éxito de Johnny Ace tenía más que ver con su talento musical que con la suerte. Había venido al mundo en Memphis, Tennessee, como John Marshall Alexander, hijo de predicador baptista, y dado sus primeros gorgoritos gospel en la misa dominical. El chico tenía oído, por lo que sus padres le procuraron clases hasta adquirir soltura con el piano y la composición. Tras un turbulento paso por la Marina, Alexander vagabundeó por los círculos musicales de Memphis, ungiendo como pianista en algunas bandas de cierto postín, hasta entrar a formar The Beale Streeters. También alternaría en el mundo del blues tocando con la banda de BB King, aún en los primeros años de su carrera. Su oportunidad para despuntar llegó cuando el vocalista Bobby Bland fue reclamado por el Ejército. Alexander ocupó su puesto a cargo de las tareas vocales casi al tiempo en que la banda comenzaba sus actuaciones en la radio local WDIA.

Las cualidades artísticas del joven artista no pasaron desapercibidas para el productor de la emisora, que le convenció para firmar con Duke Records (originalmente un sello de de la propia WDIA de Memphis) y transformó finalmente en 'Johnny Ace', allá por 1952. Su primera grabación, la balada "My Song", logró ponerle en el mapa al encabezar las listas de R & B durante nueve semanas. Ace comenzó a explotar su reciente éxito viajando de gira con su banda, a menudo en compañía de otra estrella del momento, la gran Willie Mae 'Big Mama' Thornton que inspirase a Elvis para "Thats All Right Mama".

Los éxitos empezaron a sucederse vertiginosamente. Cada nuevo tema de Johnny que salía del estudio se convertía en hit a las pocas semanas. Su figura fue adquiriendo notoriedad en el panorama musical adolescente y traspasando las barreras raciales de la época. En los siguientes dos años, Johnny colocó ocho melosos hits en las listas de éxitos, incluyendo "Cross My Heart", "Please Forgive Me", "The Clock", "Yes, Baby" y "Never Let Me Go". Girando una y otra vez desde las radios locales, las edulcoradas estrofas de Johnny Ace, el As de corazones, fueron la banda sonora de los sueños románticos de toda una generación.



Si los discos de Ace se vendían muy bien para aquellos tiempos, sus actuaciones en vivo no se quedaban atrás; casi 350 pases al acabar 1954. Viajes, fiestas, chicas, trajes de seda y zapatos de cocodrilo. Con toda la traza de un joven gangster, Johnny había conseguido un revólver de calibre 22 con el que gustaba pavonearse probando puntería y fanfarroneando en arriesgados juegos. Tal vez por indigestión de la repentina fama, la joven estrella asumió que estaba tocado por la fortuna. Cruzando el país de show en show, conduciendo firme hacia su destino, el As de corazones sembraba de baladas tiernas el imaginario adolescente, mientras revólver en mano agujereaba las señales de tráfico que le salían al paso. 

No resultó extraño que en diciembre de 1954 Johnny Ace fuese designado Artista Destacado en una encuesta organizada entre los disk-jockeys de los Estados Unidos. Después de viajar durante todo el año, Ace había llegado al Auditorio de la ciudad de Houston, Texas, para el último concierto de la gira el día de Navidad de aquel 1954. Por la tarde, el cantante había querido rubricar su buena racha comprando a tocateja un fabuloso Oldsmovile 1955. A su volante regresaría a Memphis como merecía toda una estrella. Después de cerrar el trato, Johnny volvió al teatro y estuvo tomando unas copas en el backstage. Uno de los músicos fue testigo de cómo en un descanso entre funciones, el As sacó su inseparable 22 y la hizo girar sobre la mesa.

- ¿Estás loco, Johnny? !Ten cuidado con esa cosa! -dijo alguien

- No pasa nada -respondió Ace. Tomó el arma, apuntó con ella a su novia y a otra chica que se encontraba al lado, y luego se la llevó a la cabeza esbozando una sonrisa burlona- La pistola no está cargada, ¿véis...?

Johnny apretó el gatillo y la detonación llegó hasta las filas del público a la entrada del teatro. Se había descerrajado la sesera. Big Mama salió despavorida del camerino gritando: "¡¡Johnny Ace se ha matado, Johnny Ace se ha matado!!"

Y así fue como Johnny Ace dejó este mundo, pletórico de éxito y fama, a la pronta edad de 25 años. Su única vida por delante sería desde entonces la vida eterna. Un despiste inoportuno, alguien incluso habló de asesinato...; una insensatez, en cualquier caso, se lo llevó al otro barrio. Johnny regresó a Memphis, pero en vez de volver en su flamante carro como preveía, lo hizo en un furgón refrigerado. Su funeral se ofició en el Templo Clayborn de Memphis el 9 de enero de 1955. Asistieron unas 5.000 personas. 


Los éxitos de Johnny Ace fueron compilados y lanzados en un disco denominado "Johnny Ace Memorial Album". La canción "Plending My Love" se convirtió en N º 1 durante diez semanas a partir del 12 de febrero de 1955. Duke Records anunció que de las tres grabaciones de Johnny Ace, junto con el "Hound Dog" de Thornton, se habían vendido más de 1.750.000 copias. La revista Billboard sentenció sin rodeos que la muerte de Ace había creado una de las mayores demandas de discos desde la muerte de Hank Williams, ocurrida un par de años antes. 

El mercado póstumo se ponía en marcha. La tragedia de Johnny Ace inauguró además la serie de prematuras desapariciones de jóvenes estrellas del mundo de la música, entre mediados de los años 50 y comienzos de los 60.

Los homenajes al As de corazones se han prodigado desde entonces en toda suerte de medios y por lo más variados artistas. No hay película que trate de ilustrar la época de los dorados 50 que no cuente con unas notas de Johnny Ace en su banda sonora. Más próxima en el tiempo, de 2011, es la canción que el guitarrista californiano Dave Alvin hizo del luctuoso suceso de su muerte, la trepidante "Johnny Ace Is Dead" incluída en su álbum Eleven Eleven.





Y ahora, si ha abierto horizontes llegando hasta aquí, tal vez sea tan amable de dejar su aportación en los comentarios. 



Juan Bautista de Anza
De Halloween al Black Friday, del "truco o trato" a la Acción de Gracias, Noviembre ha pasado de lúgubre estela de difuntos a festivo infantil y estampida consumista. Aunque este sitio pueda sugerir lo contrario, es asombroso como nuestra tradición de luto y renuncia sucumbe ante la satisfacción inmediata de regalos y compras. ¡No hay color! El signo de la globalización está claro y no hay nostalgia que valga, pues aún esta colonización es preferible a la opresiva tutela del santoral.

Esa constatación me ha llevado al tiempo en el que Norteamérica respiraba en español y los colonizadores eran nuestros ancestros, antes de que ningún receloso puritano pisase la bahía de Jamestown. Y es por ello, no más por devolverles el favor de hacernos vivir en Yankilandia, quieras o no, cada mes de Noviembre, que traigo a estas páginas siquiera el nombre y apuntes de algunos significados españoles que dejaron huella en los Estados Unidos.

Por supuesto, fueron un sinfín los hombres y mujeres que buscaron su particular sueño americano por las soledades del subcontinente. Protagonistas o anónimos, todos forman parte de una presencia desarrollada por más de tres siglos y luego olvidada por propios y extraños. Un motivo más para reivindicar su legado.


ALVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA
Cabeza de Vaca
El primer europeo que hizo la ruta americana. El bueno de Alvar, junto a tres compañeros de naufragio en Florida, fueron los primeros en cruzarse los States poco menos que de costa a costa ...¡a patitas!. Fue el primer blanco en contemplar manadas de bisontes y tomar contacto con las tribus indígenas, trabando como mercader y curandero. 

Cabeza de Vaca padeció lo suyo andándose las inmensidades del Far West a lo largo de ocho años y de todo dejó relación en su obra "Naufragios", antes de topar de nuevo con otros españoles por Chihuahua. Su peripecia le abrió camino a nuevos cargos y expediciones en Suramérica, de las que saldría malparado por su defensa de las Leyes de Indias. Acabó en España, como corresponde a los idealistas: enterrado en pleitos y sin un ducado.
Hernando de Soto

HERNANDO DE SOTO
La aventura de Hernando de Soto ya ha sido rememorada en estas páginas algún tiempo atrás. El descubridor del Mississippi encabezó una gran expedición malograda por los ataques indígenas, las enfermedades y los peligros del Bayou. El sur profundo fue su trampa y el Gran Río su tumba. Se cuenta en la entrada titulada: DE SOTO en el País de DIXIE

FRANCISCO VÁZQUEZ DE CORONADO
Coronado
Descubridor por delegación del Gran Cañón y explorador de las Grandes Praderas. Coronado alternó con indios pueblo, apaches y cheyennes, en su infructuosa búsqueda de las Siete Ciudades de Cíbola y el oro que supuestamente atesoraban. Ni una cosa ni la otra, sólo hierba, bisontes y tribus paupérrimas. 

Coronado tuvo que desistir de una expedición en la que había hipotecado su hacienda y la de 300 familias, y volver sobre sus pasos. En su aventura llegó hasta Kansas, en lo profundo de la América salvaje de aquellos días.



EL PADRE KINO
Padre Kino
Eusebio Francisco Kino no era español sino italiano, pero tanto monta. Explorador, geógrafo y misionero jesuita, fue un hombre dotado con un espíritu infatigable y gran inteligencia. En su tiempo la fe movía montañas y la suya, junto a sus reconocidos buenos oficios, consiguió mover al cristianismo a los indios del Nuevo México. Estableció 20 misiones entre Sonora y Arizona y puso la primera piedra para la Historia moderna del Suroeste. La figura del "Padre a Caballo" es venerada a ambos lados de la Frontera



FRAY JUNÍPERO SERRA
El Padre Serra llevó la luz de la civilización a California al tiempo que se dejó la piel en defensa de sus indígenas, su asistencia y desarrollo dentro de la nueva sociedad colonial. El franciscano mallorquín es la segunda personalidad más relevante de la presencia española en Estados Unidos y el único español de nacimiento que tiene estatua en el Capitolio

Fray Junípero Serra
Misionero y colonizador, fundó nueve misiones a lo largo del Camino Real en colaboración directa con algunas de las siguientes personalidades de esta lista. 

JUAN BAUTISTA DE ANZA
Las aventuras y batallas del heróe novomexicano descendiente de guipuzcoanos, Juan Bautista de Anza, aguardan un homenaje imposible para un país anmésico y atormentado. Como explorador y colonizador llegó a la bahía de San Francisco y pobló California con 240 colonos a los que condujo en un viaje épico a través de montañas y desiertos, desde el sur de Arizona. Como Gobernador pacificó Nuevo México venciendo a los comanches y ganándolos para el comercio. Con Anza el western hispano fue una realidad 100 años antes.

Juan Bautista de Anza

En una época que las relegaba a un papel secundario en el devenir de la historia, no fueron pocas las mujeres que consiguieron despuntar en ella o abrirse paso hacia la leyenda. Teniendo presente que nadaban contra corriente en un mundo creado por y a la medida de los hombres, sus aventuras y biografías adquieren aún mayor significado en nuestro tiempo. Bien como intérpretes indígenas, buscavidas, cazadoras, jugadoras, tiradoras o forajidas, las mujeres del Lejano Oeste lograron triunfar sobre la losa moral que las condenó a priori, para ganarse hoy la admiración y respeto de los amantes de la Frontera.

Una de aquellas mujeres fue una chica de poco más de 15 años de nombre Rose Dunn, apodada para la historia como 'Rosa de Cimarrón', culpable de preferir la compañía de forajidos y maleantes, y de tener los suficientes redaños para encarar a la ley. Detrás de la leyenda levantada alrededor suyo existió una mujer real, cuya inconsciente juventud la llevó a realizar peligrosos equilibrios en un mundo de violencia y plomo.

Rose Dunn nació en 1879 cerca de Ingalls, Oklahoma. De familia pobre, fue educada en un convento en Wichita, Kansas. Su significación como leyenda del Oeste comenzó con una historia de amor al margen de la ley. Desde hacía un par de años los hermanos Dunn habían pasado a engrosar las filas del hampa tras una breve introducción al negocio como rateros de poca monta. Ellos fueron los que enseñaron a la joven Rose a montar, echar el lazo y disparar, y a través de ellos conoció y se enamoró del gangster llamado George 'Bitter Creek' Newcomb, un exmiembro de la cuadrilla de los Dalton antes de su desaparición en Coffeyville, Kansas


El Príncipe de los Ladrones
En 1893 'Bitter Creek' Newcomb se encontraba integrando la banda del famoso forajido Bill Doolin, donde militaron por algún tiempo los hermanos Dunn. La banda de Doolin amedrentó el Territorio Indio (Oklahoma) durante dos años, robando bancos y asaltando diligencias y trenes también por Kansas y Arkansas.

'Bitter Creek' es un personaje digno de mención. Algún autor le describe como "un apuesto y despreocupado vaquero, galante con las chicas guapas e hijo de una acomodada familia de Fort Scott, Kansas". El apodo de "Bitter Creek" proviene de una canción que le gustaba entonar: "Soy un lobo salvaje de Bitter Creek y mi noche es aullar"
La presencia, los modales educados y el halagos de Newcomb inclinaron a Rose a acompañarle en su banda, donde la protección del galán y el respeto de todos engendraron su lealtad hacia el grupo. Y fue así como Rose Dunn empezó a labrarse un nombre propio entre los gunmen: la 'Rosa de Cimarrón'

Como la vida al margen de la ley no da demasiadas facilidades al amor, la chica empezó a implicarse cada vez más en el 'Wild Bunch'. A menudo era ella la que se aventuraba hacia la ciudad más próxima donde los hombres de Dollin eran buscados, para hacer acopio de suministros. Mientras tanto, los hermanos de Rose habían abandonado la difícil vida en la delincuencia, más al contrario, optaron por ganarse la vida con una ocupación tan pacífica como la de cazadores de recompensas, siendo conocidos en el territorio como los 'Hermanos Dunn'.


El tiroteo de Ingalls
En la tarde del 1 de septiembre de 1893 la banda de Dollin fue acorralada en Ingalls, Oklahoma por una partida de alguaciles de los Estados Unidos que los habían reconocido. Varios miembros tuvieron que refugiarse en el salón de George Ransom, acosados por los agentes. Como quiera que después ser rodeados y conminados a rendirse Bill Doolin les respondiese: "Iros al infierno", la balasera no se hizo esperar. Una lluvia de balas empezó a hacer astillas la taberna mientras los pueblerinos asustados corrieron a esconderse. 

La leyenda del Far West cuenta que Newcomb fue gravemente herido y que cuando estaba en la calle, 'Rosa de Cimarrón' corrió hasta él desde el "Pierce Hotel" donde se alojaba, pertrechada con dos cananas de munición y un rifle Winchester. Disparando y manteniendo a raya a los marshalls, la fiera adolescente lanzó las cartucheras a su novio para que alimentase las cuencas vacías de sus revólveres, cubriéndole las espaldas y ayudándole a escapar. El informe oficial en cambio se limita a señalar que Newcomb disparó un par de veces y huyó.


La batalla dejó nueve muertos en el acto y algunos heridos de gravedad, entre ellos un alguacil que murió de inmediato y otros dos que murieron de sus heridas al día siguiente. Tres de los fuera de la ley, entre ellos el novio de Rose, fueron heridos y el llamado 'Arkansas Tom' Jones capturado. Junto a 'Bitter Creek'  y otros miembros de la banda, 'Rosa de Cimarrón' permaneció escondida en lugar seguro por unos meses, ayudando como enfermera al restablecimiento de la maltrecha cuadrilla.


Hermanos de sangre
Cerca de dos años más tarde, un 2 de mayo de 1895, una recompensa de 5,000 dólares pesaba sobre la cabeza de Newcomb, vivo o muerto. En compañía de otro bandido llamado Charley Pierce, 'Bitter Creek' había escapado de un encuentro con los marshall cerca de Norman, Oklahoma. Probablemente alguno de los dos se encontrase herido. Sea como fuere, el caso es que no dejaron pasar la ocasión de visitar a Rose. Para su desgracia, mientras desmontaban delante de la casa fueron sorprendidos y liquidados a tiros por los 'Hermanos Dunn', que se embolsaron 5000$ dólares cada uno ante su desconsolada hermana. 

Después de la muerte de George 'Bitter Creek' Newcomb, la menor de los Dunn fue repetidamente acusada de haber rebelado a sus hermanos el paradero y las intenciones de los bandidos. Ella siempre lo negó y sus hermanos se sumaron a su descargo. Fue solo una casualidad, una baza en contra de aquellos que acostumbraban a porfiar con la suerte. Rose nunca fue procesada por su participación en la banda de Bill Dollin.

Retirada de la espiral de la delincuencia, 'Rosa de Cimarrón' volvió a ser Rosa Dunn. Unos años más tarde se convirtió en la esposa de un político de Oklahoma y vivió el resto de su vida como una respetable ciudadana. Murió a los 76 años en Salkum, Washington. La controversia sobre el papel que jugó en el tiroteo entre los alguaciles y los fuera de la ley en Ingalls, Territorio de Oklahoma, en 1895, le acompañó toda su vida. 







A sus 37 años Hernando de Soto lo tenía todo para observar la vida desde una cómoda posición otorgada por aventuras y conquistas. Tras su paso por Las Indias, había vuelto a España dueño de una considerable fortuna, acababa de tomar por esposa a una bella dama de la nobleza y su fama, carisma y bonomía le abrían las puertas de palacios y voluntades. Y sin embargo, apenas a un año de su regreso, el ansia de nuevas expediciones comenzó a persuadirle.

Muchos habrá que estimen por loca su codicia, como la Leyenda Negra se encargó por siglos de emponzoñar el discurso de la Historia, pero es más probable que la emoción de renovadas aventuras, peligros y tesoros, calase hondo en el ánimo del extremeño, a las noticias de un nuevo territorio por descubrir: La Florida.

DE OFICIO DESCUBRIDOR
Con 16 años había partido a las Indias participando activamente en la conquista y exploración de Panamá, Nicaragua y Honduras. En 1532 se unió a la expedición de Francisco Pizarro, desde Panamá a la conquista del fabuloso Imperio de los Incas del Perú, ganándose con su valor el aprecio y la confianza de Pizarro. Para él, descubrirá la ruta hacia Cuzco que hará posible su posterior asalto y toma, tras la cual regresa a España para desposar a la hija de su mentor en las Américas, el conquistador Pedrarias Dávila.


El joven Hernando no se deleitó demasiado en saborear las mieles del éxito. Los relatos de Cabeza de Vaca al respecto de una región llamada Florida, supuestamente tan rica como el Perú, intrigaron y empujaron a Hernando de Soto a reanudar su aventura americana. Vendió sus propiedades, obtuvo del Emperador Carlos I el título de Adelantado de la Florida y preparó una expedición para colonizar aquel desconocido territorio.


Se estima que en torno a unas 1000 personas, entre soldados y marineros, ingenieros, herreros, artesanos, colonos y religiosos, compusieron la expedición, respaldada por nueve navíos y una veintena de botes que se les unieron desde Vera Cruz. En ellas embarcaron junto a 300 caballos y varias toneladas de pertrechos con lo necesario para levantar una colonia: herramientas, lonas, armas, cañones, alimentos y animales domésticos como aves, cerdos y perros. Sus ilusiones iban por delante.

RUMBO A LA AVENTURA

Partiendo desde La Habana la expedición arribó a la costa occidental de la Florida a finales de mayo de 1539, en un lugar al sur de la actual Tampa que fue nombrado como Espíritu Santo. Allí se iniciaría la exploración de Florida y de gran parte de los Estados Unidos meridionales. Para su desgracia, en vez de oro o tierras prósperas, toparon con un país innacesible, demasiado cálido y húmedo, circundado de umbrosos manglares, pantanos y marismas. La hostilidad de los indígenas se sumó al castigo contumaz de los mosquitos o la amenaza de serpientes y caimanes.



Nada de esto detuvo al Adelantado. Al cabo de algún tiempo, Hernando de Soto había ya perdido muchos hombres haciendo frente a los indígenas. Atravesó la península de Florida desde el suroeste hasta el Apalache, al noroeste, una región considerada como fértil y con buenas condiciones para la construcción de un puerto. Tras múltiples refriegas, alcanzó al fin esta región y prosiguió su avance por el país, atravesando las regiones y poblaciones indígenas situadas al norte de la actual Georgia, con escaso éxito. Había planeado reunirse con uno de sus capitanes enviado a por refuerzos, de nuevo en la costa occidental, pero en la región de Tuscalosa (Alabama) fue atacado por una multitud de indios en una espantosa batalla que se prolongaría por nueve horas y sería finalmente ganada por los españoles. Setenta españoles fueron muertos en el combate, numerosos hombre y oficiales resultaron heridos, como el propio De Soto.


El grueso de la expedición y las tropas estaban extenuadas. Los españoles estaban decepcionados por no haber encontrado riqueza alguna en el camino y comenzaron las disensiones, planteando la idea de alcanzar la costa, encontrarse con los barcos y abandonar la aventura. Buen conocedor de cuanto se jugaba, Hernando de Soto optó por conducir a los hombres hacia el interior y al oeste del territorio, en la esperanza de alcanzar la Nueva España (México), al tiempo que conjuraba la amenaza de que una rebelión aguardándole al llegar a la costa terminase con la aventura. Ganaba tiempo, pero imposibilitaba
la oportunidad de un encuentro con los refuerzos enviados en su auxilio.

UN LUGAR EN EL RÍO
Internándose a través de las regiones del Golfo de México, el Adelantado topó con el Mississippi al norte del actual estado del mismo nombre. En la precariedad de la expedición, la gran arteria de Norteamérica no fue vista más que como otro obstáculo que entorpecía su avance. De Soto lo cruzó para llegar al noroeste de Arkansas en 1541, donde pasó el invierno, cerca de Washita. En primavera retornó hasta el río, donde el Adelantado caería enfermo de unas fiebres el 20 de junio de 1542. Preparándose a morir, designó a Luis Moscoso de Alvarado para asumir el mando en su lugar. Cinco días más tarde, Hernando de Soto murió sin haber podido alcanzar Nueva España ni mucho menos dar feliz término a la gran expedición, que afrontaba ahora el inconveniente de evidenciar su pérdida ante los indígenas.

Fue entonces cuando sus hombres resolvieron darle sepultura sumergiendo su cuerpo en el Mississippi, con el fin de que los indios, creyéndole inmortal, ignorasen su muerte y no profanasen sus restos. Envuelto en un sudario de mantas con su pesada armadura, lastrado además con piedras y cargas de arena, el cadáver del Adelantado fue depositado al lecho del Mississippi furtivamente en mitad de la noche. Contaba 42 años. Tras el descubrimiento de la corriente, su fama quedaría para siempre unida al gran río de Norteamérica como honorable y proceloso sepulcro.

Dirigida por Moscoso, la diezmada expedición persistió en alcanzar Nueva España. Se internó en Texas, infructuosamente, y hubo de volver sobre sus pasos hacia el este, tomar el curso del río hacia la costa y descender hasta Pánuco en México. Se cree que fueron los primeros europeos en pasar por donde hoy se asienta Nueva Orleans. Solo unas decenas sobrevivieron.



Si el balance humano de la misma fue desastroso, la expedición de Hernando de Soto sería la primera gran exploración emprendida en el sureste de Norteamérica, a través de seis de sus actuales estados (Carolina del sur, Florida, Georgia, Alabama, Mississippi y Arkansas, el posteriormente mítico País de Dixie). Recorrió más territorio norteamericano que cualquier otra de la época, y fue la primera en dejar constancia de las numerosas tribus indias descubiertas en su recorrido (Cherokees, Seminolas, Creeks, Apalaches, Choctaws, etc), además de aportar la única referencia histórica de la desaparecida civilización Mississippian.




Pero eso no fue todo. Siglos más tarde, por una pirueta del destino, la figura del descubridor extremeño sería rescatada para designar a un prodigio de la técnica, ya entrado el siglo XX: los fabulosos automóviles DeSoto, del genio de la automoción y los negocios Walter P. Chrysler. Su historia le espera en LA MARCA DEL CONQUISTADOR. Súbase a la leyenda de De Soto.




Casi todo el mundo sabe algo acerca de Wyatt Earp y del famoso duelo en el OK Corral. El cine se ha encargado de magnificar el suceso y sus autores al reproducirlo en decenas de ocasiones. Sin embargo, la gran mayoría de los que se sienten impresionados por el episodio desconoce que fue un joven hispano quien protagonizó el que probablemente sea el tiroteo más desigual y violento en la historia del Lejano Oeste. Extraño, teniendo en cuenta que en el tiroteo de Tombstone se enfrentaron cuatro hombres contra cinco, además de forma no muy atinada, solventándose con menos de una docena de disparos y en apenas treinta segundos...; mientras que la "Guerra de Frisco" enfrentó a una sola persona contra algo más de ochenta antagonistas armados, intercambiándose miles de disparos !en un enfrentamiento que duró más de treinta y seis horas!.

Con un dramático despliegue de habilidad, coraje y suerte, un hispano llamado Elfego Baca fue duramente hostigado en una batalla singular que ha servido durante largo tiempo como símbolo del poder del individuo, fundamentado en la firmeza de sus convicciones.
El incidente entraría en la historia de Nuevo México como la "Guerra de Frisco".

Escultura de bronce en honor a Elfego Baca

A finales del siglo XIX el Suroeste y Nuevo México eran todavía un territorio indómito, una región agreste, remota y poco poblada, pendiente del avance de la civilización que inexorablemente iba consumiendo la gran frontera americana. Pocos elementos más devastadores que el poder transformador de la minería y la idea de un rápido enrriquecimiento en la mente de los hombres. La misma energía dinamizadora que en breve plazo convertía miserables poblachos en animosas ciudades y poderoso foco de atracción para toda suerte de vagabundos, negociantes, oportunistas y desperados. Ante tamaña ralea los conflictos no tardaban por desafiar a la Ley y al orden. Con una administración federal débilmente implantada (en la mayoría de los casos forzada a negociar cada uno de sus pasos), el mandato de la justicia resultaba entonces tan consistente y firme, como determinado, fuerte o astuto el hombre encargado en hacerlo cumplir.

Por 1884 el apache Gerónimo tardaría aún otros dos años en ser capturado y Billy 'the Kid' había sido asesinado tan sólo tres años antes. El Far West era una realidad bastante próxima y peligrosa para muchos honrados ciudadanos y pioneros del Suroeste. Con frecuencia, en el equipaje de muchos de aquellos desplazados que vagaban por el territorio escaseaban la urbanidad y el respeto por la propiedad privada. Como una jauría de alimañas podían entrar en un poblado, beber a placer en la taberna, acosar a la gente del lugar y andar luego disparando por las calles contra cualquier cosa que llamase su atención, tan sólo por simple divertimento. Y podían largarse tan alegremente, sin rendir cuenta a nadie de sus actos y desmanes. No había más ley que su antojo ni más norma que la violencia.

Así resultó en la pequeña pedanía de Frisco, en el antiguo condado de Socorro, Nuevo Méxicoen el suroeste montañoso del estado, cerca de la actual ciudad de Reserva, en el hoy condado de Catron, a casi un centenar de kilómetros al norte de Silver City. Un autoproclamado ayudante del sheriff de nombre Elfego Baca no iba a consentirlo.

UN TIPO CON AGALLAS
Elfego creció siendo un hueso duro de roer desde su alumbramiento en las soledades de Socorro, Territorio de Nuevo México, en febrero de 1864. La leyenda local dice que fue secuestrado por indios renegados a la edad de un año ...!y devuelto tan solo cuatro días después a sus padres sin el menor rasguño!. Muchos supieron desde entonces que no valía la pena meterse en problemas con Elfego Baca

Tras una estancia en Topeka, Kansas, donde murió su madre, los Baca regresaron a Nuevo Méjico y se establecieron en Belén, una turbulenta ciudad treinta millas al sur de Albuquerque, donde el padre tomó juramento como sheriff

Una denuncia tras haber disparado a dos vaqueros rebeldes, llevó al sheriff Baca a la cárcel de Las Lunas. Se trataba de un edificio de adobe de reciente construcción, con una sala de audiencia y oficinas en la planta superior y las celdas debajo. La noche que el pueblo festejaba con bullicio a Santa Teresa, el joven Elfego se ocultó cerca del presidio y desde la oscuridad observó las evoluciones del carcelero. Su oportunidad llegó a la sorpresiva marcha de éste hacia el fulgor de la fiesta, confiado en salvar otra noche aburrida en su oficio. A continuación, Elfego logró hacerse con una escalera para la limpieza de las ventanas que encontró en la parte trasera del Palacio de Justicia, subió al piso superior y se aplicó en serrar el techo de la celda, consiguiendo liberar a su padre. Luego, ambos se escondieron tras algunas malezas !a escasos metros de la prisión!. Lo suficiente para cenar y observar cómo se daba la alarma al amanecer. Durante el transcurso del día fueron espectadores privilegiados del baile de la confusión de alguaciles y patrullas, persiguiendo al fugitivo por todo el condado !sin sospechar que estaba a menos de cien metros de distancia!. Al anochecer, cuando el tumulto se hubo calmado, la familia se trasladó hasta Albuquerque donde el señor Baca consiguió caballos de unos amigos y marchó para una estancia de siete años en Isleta, México, cerca de El Paso. 

Estas peripecias son bien elocuentes del genio y compostura de Elfego Baca. Tanto, como que en 1884 Baca robó algunas armas de fuego, compró por correo una insignia de sheriff y se autofacultó como ayudante del sheriff en el condado de Socorro. Siguiendo el ejemplo de su padre, asumió que su vocación era la de oficial de paz. Quería que, "los bandidos escuchen mis pasos a una cuadra de distancia", según dijo. Así lo afirma la leyenda, aunque la realidad le va a la zaga.  

Su nombramiento oficial llegaría de la mano de Pedro Sarracino, sheriff en Dallas, quien llegó a Socorro para reclutar ayudantes y visitar a un primo suyo para el que Elfego trabajaba de peón. Un apesadumbrado sheriff contó allí en que dificultades se veía para mantener la Ley en la región. Baca afirma en sus memorias haber censurado a Sarracino por su indolencia, que supuestamente le respondió: "!el trabajo está a disposición de quién lo quiera!", antes de retirarse al consuelo del bar más cercano. El impulsivo joven no necesitó contrapartidas para convertirse en oficial adjunto. Bien cierto es que Elfego Baca puso más agallas que cuidado al abordar una situación de la que sabía muy poco, por mucho que ahora portase una Colt 45 al cinto y una estrella de chapa al pecho. Tenía tan solo 19 años. 

La zona de Socorro vivía momentos de inusual conmoción. En particular, se había convertido en el escenario para las últimas escaramuzas de las guerras indias, asistía al creciente trasiego de mineros y tramperos explorando aquí y allá los afluentes del río Gila, y los rebaños de reses comenzaban a horadar los caminos con su lento y concienzudo discurrir.  Mientras, varios cientos de familias hispanas se afanaban como antaño en la agricultura por las vegas ribereñas y asistían intranquilos al creciente tránsito de forasteros. Fueron estos hispanos los que en la década de 1860 establecieron una serie de poblados a lo largo del río, nombrados como San Francisco, Bajo, Medio y Alto.  

Al poco del trasiego de nuevos colonos anglosajones las aldeas del Medio y Bajo San Francisco pudieron jactarse de contar con una docena de bares y burdeles, y con una creciente clientela debido a la constante afluencia de ganaderos de Texas y Oklahoma. En el otrora pacífico valle se instalaron entonces la tensión y el conflicto, con continuos altercados y disputas entre los conductores de ganado y la comunidad hispana, añadidas a la amenaza latente de las incursiones apaches desde el sur. La fuerte inmigración afectó hasta la nomenclatura de la zona. El pueblo de San Francisco Alto pasó a llamarse el Sitio de Milligan, por Bill Milligan, un irlandés veterano del ejército que regentaba un salón y una tienda de abastos. Y fue allí donde empezaron los problemas.

EL BAUTISMO DE FUEGO
En la noche del 29 de Octubre de 1884, dentro del bar de Milligan en la plaza del Alto San Francisco, seis o siete cowboys pendencieros atacaron brutalmente a un hispano jorobado apodado 'El Burro'. Al parecer no les agradaba su apariencia. Le agarraron y tumbaron sobre una mesa del salón y no dudaron en sentársele en piernas, brazos y pecho, resueltos a enderezar su maltrecho cuerpo. Uno de los presentes, Epitacio Martínez, que intercedió por 'El Burro', fue premiado con el puesto de diana, atado a una columna del local y utilizado para prácticas de tiro por un vaquero borracho llamado Charlie McCarthy

Aquel sainete estaba llegando demasiado lejos. El propio Milligan corrió a pedir el auxilio de Baca para detener la bronca. El hispano se presentó raudo ante McCarty y sus acólitos, mostró su identificación de alguacil, requisó las armas y le detuvo en nombre de la Ley. La fiesta le costó a Martínez aguantar cuatro disparos, aunque ninguno fatal y sobrevivió al incidente.

El primer prisionero de Elfego Baca provenía de una cuadrilla notoriamente escandalosa del rancho de John B. Slaughter, quienes no recibieron con agrado la noticia que uno de los suyos había sido arrestado por un niñato envalentonado tras una placa de sheriff. Temiendo una respuesta de mayor proporción al daño ocasionado por el borracho, Bill Milligan se echó atrás negándose a presentar cargos contra Charlie, pero Elfego estaba pletórico de su hazaña, le mantuvo detenido y, desconfiando de la integridad del magistrado local, resolvió llevar al preso hasta Socorro. Así que trasladó a McCarty hasta una casa que el sheriff Pedro Sarracino tenía en la aldea de Frisco Medio, donde pensó que le sería más fácil mantener la posesión del prisionero.

Como se esperaba los amigos de McCarthy no tardaron en aparecer por el poblado. Alrededor de una docena de vaqueros se congregaron portando sus rifles Winchester ante la fachada de la casa de adobe convertida en calabozo por Baca. Les encabezaba un joven capataz de Slaughter llamado Parham que de inmediato exigió la liberación de su colega ...algo que Elfego Baca no estaba dispuesto a hacer por las buenas. Convencidos tras alguna demora, procedieron a derribar la puerta y ventanas a golpes. Baca respondió desde el otro lado amenazando con disparar si no estaban "fuera de allí a la cuenta de tres". La leyenda cuenta que los cowboys se tomaron a broma el aviso e hicieron burla del muchacho por no creerle capaz de saber contar, pero sus risas fueron abortadas y su respiración contenida cuando escucharon a Baca decir en voz alta desde dentro del caserío: "¡Uno, dos, tres!". Con prisa por escapar de esta lección de aritmética rápida, los vaqueros corrieron a ponerse a cubierto y dispararon hacia la casa. Espantado por el estruendo de la balasera el caballo de Parham se levantó de manos y perdió el equilibrio yendo a caer desafortunadamente encima de su jinete, ocasionándole heridas que resultaron mortales.

A la mañana siguiente dos vaqueros reaparecieron ante la casa de Sarracino y ofrecieron a Baca llevar al prisionero al calabozo de Frisco y un acuerdo firmado como que nadie iba a molestarle si permitía que su preso fuese "juzgado" a la mañana siguiente en el bar de Milligan. A regañadientes Elfego aceptó. 

En el simulacro de juicio McCarty fue multado con cinco dólares y puesto en libertad, pero no tardó un instante en lamentar no tener a mano su revólver para escarmentar a Baca, amenazas que el resto de sus compañeros presentes apoyaron encendidamente. Viendo el percal Elfego empezó a retroceder prudentemente hacia la puerta lateral, abandonó el edificio lo más rápidamente que pudieron sus botas y fue a encontrar refugio en el cercano jacal de Jerónimo Armijo, de donde expulsó a sus ocupantes, hizo acopio de munición y se dispuso a esperar acontecimientos. 


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