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La Historia es terca. Por encima de una Leyenda Negra difundida bajo falsas premisas; acosada por la cancelación ideológica de populismos y separatismos; a pesar del desinterés y la desidia de todos sus gobiernos, España estuvo allí.
Antes que nadie, más pronto, más lejos y más tiempo, España horadó América de caminos y tumbas. Buscando la manera de unir continentes los españoles se sacrificaron en mil y una aventuras, empeñados en abarcar el mundo y compartir su genio. Y lo lograron. Una muestra de aquel esfuerzo está compilado en la detallada infografía de un autor de Wikipedia llamado Nagihuin: el gran mapa de la presencia española en Norteamérica.
El mapa de la Norteamérica española |
El mapa representa todas las exploraciones, rutas, itinerarios, conquistas, fechas, eventos, etnias indígenas y fundaciones del imperio español en Norteamérica, el Caribe y el Pacífico durante sus trescientos años de existencia. Un fascinante recurso de divulgación histórica que vale la pena ampliar al máximo. Gracias a él descubriremos la singularidad hispana que arraigó en cada territorio, pondremos luz sobre episodios desconocidos de la Historia o nos sorprenderemos con el rastro de aquel lejano pasado en las fronteras de hoy.
Las Provincias Internas |
Una guía tan minuciosa que incluso practica una interesante distinción de territorios según las dinastías reinantes en España. La América reclamada y controlada por la Monarquía Hispánica bajo los Austrias aparece reflejada en verde, mientras que la América gobernada desde los virreinatos de los Borbones se distingue en azul. Dos períodos con diferente enfoque además de con nuevas ideas, instituciones y una geopolítica mundial distinta.
California y Nuevo México |
Alta Luisiana |
El virreinato de Nueva España era a principios de 1800 el reino más rico, culto y poderoso de América del Norte. Los episodios que jalonaron el final de la presencia española en las dos décadas siguientes están también reflejados en el mapa, desde la pérdida de las Floridas al Tratado Adams-Onís de 1819. Desde entonces la frontera entre España y los Estados Unidos quedaría fijada en el paralelo 42 y el río Sabina, fronteras que heredaría México y que de forma dramática perdería apenas treinta años después.
Las Floridas y El Caribe |
Asociada a la magia de algún instante siempre hay una canción. Este es un repaso íntimo y sensacional a algunas de las canciones más emocionantes de la segunda mitad de los 80, y de ciertos momentos que consiguen evocar. Un merecido homenaje con el que terminar de ajustar las cuentas a una década inolvidable.
Desde mediados de los 80 la televisión y, en menor medida, la radio fueron desplazados a la hora de dar a descubrir nuevas músicas y bandas por otro medio bastante más interactivo e inspirador: los bares.
1986. Bigmouth Strikes Again, The Smiths
Aunque en principio su pop-rock estuviese muy lejos de los ritmos que añoraba, terminé celebrando a Los Smiths. Recuerdo vivamente entrar resuelto en aquel pub, aún reluciente, con cuatro gatos, mientras la voz melancólica de Morrissey alfombraba cada uno de mis pasos y los compases guitarrísticos de "Bigmouth Strikes Again" resonaban a través de las galerías del local. La acústica o la embriaguez del ambientador forjaron eterno aquel instante.
1987. Cielo del Sur, La Frontera
La juventud es osada, desenfadada y ardiente, y ama la combustión como una cerilla la gasolina. Por entonces era frecuente que la chispa que conducía a la incandescencia saltase del country-western de La Frontera, a menudo con "Cielo del Sur", convertido en un himno pistolero, salvaje y visceralmente festivo.
"Cielo del Sur" fue mi canción favorita por el resto de la década, así como La Frontera se convirtió en mi banda española de cabecera. Si deseas conocer más sobre la mejor etapa de La Frontera puedes visitar esta otra entrada del blog: El "Alma" de La Frontera.
1988. Sweet Child O' Mine, Guns n' Roses
Rock de largo recorrido, un sinfín de matices para resultarme emocionante, visual y ¡western!. Un tobogán a base de riffs y melodías vocales con una grandilocuencia similar a la de los clásicos del espaguetti-western, y como aquéllos, con el punto exacto de artificio para resultar una obra maestra.
1989. The Healer, John Lee Hooker y Carlos Santana
El blues es una de las fuentes de mi adorado rockanroll, pero teniendo aún pendiente mucha ciencia por escrutar, entre rockers contorsionistas y bandas garajeras, no había llegado a prestarle atención. Todo cambió con "The Healer" (el Hechicero), ejecutado a cargo de las leyendas John Lee Hooker y Carlos Santana.
El disco repetía la fórmula de popularizar el legado de John Lee Hooker mediante el aval de duetos con estrellas y bandas consagradas del blues y el rock contemporáneos. Así, además de Santana operan junto al bluesman Bonnie Raitt, Robert Cray, Cannet Heat, Los Lobos, George Thorogood y el armonicista Charlie Musselwhite, revitalizando sus clásicos.
Una asfixiante atmósfera irradia todo el álbum, favorecida por el susurro grave de Hooker, pero se pone en marcha con el tema principal iniciando la ceremonia: el hálito del hechicero invoca su magia, el chicano añade la melodía y el espíritu del blues comienza a fluir solemne. Auspiciado por Santana y John Lee Hooker, que dejaría este mundo solo dos años más tarde, tras el embrujo de "The Healer" el blues pasó a ocupar un lugar destacado en mi predilección musical.
1990. Wicked Game, Chris Isaak
La percha y voz de Chris Isaak, y sobre todo el sonido hipnótico de James Wilsey, su guitarrista, llevaron a la cima a "Wicked Game" tras su elección como tema central de la película "Corazón Salvaje" de David Lynch. La música se adapta magníficamente a las tribulaciones de Sailor y Lula, los personajes principales, de modo que ha quedado para siempre vinculada a su disparatada aventura.
Puedo escuchar esta canción media docena de veces seguidas y llegar a perder la noción del tiempo. Sea en versión instrumental o vocal, las notas de Wilsey siembran la nostalgia con el eco fantástico de tiempos míticos, junto al lamento en busca de redención de Isaak. La clave gira sobre ese punteo estremecedor que tan bien combina con la decepción y el crujir de los hielos.
Los 80 dieron mucho juego. En este post anterior puedes disfrutar de otras tantas canciones y momentos inolvidables de la primera mitad de la década, desde 1981 a 1985: Inolvidables 80's (vol.1).
Es posible que alguna de estas canciones también te resulten inolvidables o te evoquen igualmente pasajes vividos. Si es así o son otras, comparte tus impresiones en los comentarios.
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A poco que prestes interés hacia la música, coincidiremos que hay canciones que van quedando ligadas a nuestra vida y logran traspasar sus propias notas para recrear momentos y sensaciones, desde las arenas movedizas del recuerdo.
Así me lo parece. Había mucha música girando alrededor desde cintas y vinilos en la década de 1980. La libertad se afianzaba y favorecía el surgimiento de multitud de intérpretes en plena efervescencia creativa. Entre infinidad de referencias, la lista que sigue es una selección personal de canciones y anécdotas cuyo anclaje en la memoria supera incluso las propias preferencias musicales.
1981. ¡Salta!, Tequila
Al iniciarse la década de los 80, el viejo radiocassette de casa ya me había dado a conocer lo más selecto del cancionero folklórico, melódico e incluso disco, de épocas pasadas. La cultura musical bebe de todas las fuentes, ciertamente. También me había puesto sobre la pista del rockanroll, el twist o el limbo rock, ritmos acelerados, bailables y divertidos, tan excitantes a mis oídos como infrecuentes en el panorama radiofónico español.
Sin embargo, enfilando la adolescencia, la televisión tomó el relevo a la radio comercial en la prescripción musical. Programas de TV míticos como Tocata, La Juventud Baila o Caja de Ritmos obraron el milagro de mostrar el rock duro con mensaje, el rock & roll clásico y gimnástico, o el pop-rock más irreverente desafiando convenciones. Y si por entonces una banda asumía tales propósitos, no era otra que Tequila. Los hispano-argentinos traían el aire fresco de su descaro y vitalismo, con un repertorio juvenil de canciones optimistas y pegadizas. Los Tequila anticipaban una época dorada para el pop y el rock nacional, en una España que encaraba turbiamente la nueva década. ¡Que grandes!
1982. Bienvenidos, Miguel Ríos
Mi primera cinta de cassette, la actuación de música ligera en la fiesta del colegio y la sintonía de mi programa de radio, tiempo después, en la radio local. Todo eso y más me cundió el "Bienvenidos" del álbum Rock & Ríos que firmase Miguel Ríos por 1982. El rockanroll invocaba a los aliados de la noche y yo no veía llegar la hora de unirme a ellos.
1983. Tierra de Vándalos, Barón Rojo
Había poco rock en la gramola del bar de la Plaza Mayor; "Moonlight Shadow" de Mike Oldfield se llevaba la palma. También figuraban el Camaleón de Culture Club y el "Buffalo Soldier" de Bob Marley. Pero ahí estaban Barón Rojo, y también Obús, defendiendo el rock duro con su éxito "Casi Me Mato" y otra canción más vertiginosa que siempre ganaba mi elección: "Tierra de Vándalos".
1984. Sultans Of Swing, Dire Straits
Fuera anochece. Todavía no hay nadie en la sala. Tampoco hay sonido, pero las luces ya están girando, proyectándose sobre pista, pasillos, paredes y reservados. En las distintas barras los camareros se afanan en surtir las cámaras de bebidas o preparar la cristalería. Mientras, el disc-jockey en su cabina desenvuelve los últimos discos llegados, planea la velada y se dispone a caldear el ambiente.
(Aquel olor de la discoteca en los primeros instantes al abrir cada noche, ¿dónde lo habré dejado?).
De repente, el silencio es roto por unos acordes encadenados y la réplica de una lánguida voz...
1985. Cuatro Rosas, Gabinete Caligari
Gabinete Caligari se ganó ser una banda de culto por la cara, esto es, afirmando su presencia carca frente a la eclosión de post-modernidad. Cultivando esa fachada a la contra, lo que no les restaba un gramo de modernidad, eran sublimes en el casticismo folklórico, pero yo prefería mejor su faceta pop-rock cuando tomaba elementos de surf y rockabilly, con aires más noveleros y mitómanos.
Esta canción es un tesoro de equilibrio y austeridad. Sonaba de fondo, envuelta en la sacralidad del clavicornio, circular, nostálgica, con gravedad antigua y vientos espirituosos, en la resaca de "Cuatro Rosas" y otras cosas que me di. ¡Caray, cómo pasa el tiempo!.
Ya conoces algunas de mis canciones favoritas. Te invito a seguir recordando buenas canciones con la segunda mitad de la década, de 1986 a 1990, en la siguiente entrada: Inolvidables 80's (vol.2)
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Admirar la magnitud de la naturaleza, rememorar la vivencia de los pioneros del Oeste o exponerte al propio destino; cualquiera de estos supuestos podría servir de excusa para tomar un coche en Las Vegas, Nevada, y dirigirse al norte por la Interestatal 93 hasta la ciudad de Ely, al encuentro con una ruta muy especial: la Carretera 50.
Incorporarse a la Ruta 50 para cruzar uno de los estados más montañosos de los Estados Unidos es embarcarse en la travesía de amplios valles y paisajes, remontando colinas y serpenteando entre sierras, hasta dieciocho, muchas de ellas nevadas. Los viajeros podrán descender desde los altos de Austin Pass con la sensación de que el horizonte les envuelve; tal vez se detengan a un lado de la carretera y permanezcan un largo rato, absortos ante el silencio; admirando los grandes espacios abiertos, los cielos de esponjosos cúmulos sobre el territorio ondulado de Nevada, las viejas estaciones del correo postal abandonadas en mitad de la nada, en una visión cercana a la que tuvieron los antiguos pioneros.
La vieja Carretera de Lincoln ofrece una gran visión del patrimonio natural del Oeste americano, añadida al hándicap hipotético de algún contratiempo en ruta. Éste es el peaje que exige, por el que siempre será buena idea planificar horarios, paradas y avituallarse con los suficientes suministros. ¡Una verdadera experiencia de Nevada!
Si tienes oportunidad de recorrer la Carretera 50 debes saber que el Estado de Nevada ha editado una Guía Oficial de Supervivencia que los viajeros pueden sellar en cada una de las paradas para obtener al final de la ruta el certificado del Gobernador, indicando que se ha sobrevivido y atravesado al camino más desolado de Estados Unidos. Puedes solicitar aquí la Guía de la Carretera 50, o consultar otras opciones de recorrido en la página de turismo del Estado de Nevada.
Vivimos tiempos complicados. Confinado entre cuatro paredes, intentando poner en orden la situación, era cuestión de tiempo que el Blues acudiese con inspiración para estos días inciertos. Con los oficios del maestro John Mayall y sus Bluesbreakers, "Mists Of Time" saltó de la playlist al pensamiento con aliento y ánimos para encarar el porvenir.
Según pasan los años los recuerdos van perdiendo nitidez y se hace difícil distinguir entre lo vivido y lo que solo soñamos, porque en realidad nunca ocurrió. De eso habla "Mists Of Time", un blues que transita por los territorios difusos de la memoria como medio de vindicar la conquista del presente.
Del descubrimiento de la ilusión de inmortalidad y belleza, al encuentro con el desamor y risueños compañeros de ronda, "Mists Of Time" es una evocación de los viejos tiempos, acaso transformados por el tamiz selectivo de la memoria, idealizados por la Niebla del Tiempo.
Niebla del Tiempo
(John Mayall & The Bluesbreakers, "Stories", 2002)
"" En algún lugar del mundo
están los amigos que hace tiempo que echo de menos.
Algunos quizá vaguen a la deriva,
o puede que hayan muerto. Simplemente no lo sé.
A estas alturas mis recuerdos se van desvaneciendo
como huellas derretidas en la nieve.
A veces me ronda el sueño
donde veo la cara de una joven.
¿Existió alguna vez en realidad?
Dudo si ella realmente compartió mi espacio,
en lo profundo de las nieblas del tiempo.
Es difícil acordarse del cómo y cuando.
Recordé a mi madre,
cuando yo era joven y estaba en la carretera,
de gira con los músicos
o de acampada en los bosques.
Como las nieblas grises que ocultan el horizonte,
echo de menos esos momentos que ya no compartiremos.
Hasta hoy mi vida ha sido un viaje
que no cambiaría por nada.
Todos esos años de aventuras audaces
o los altibajos de la vida que me inspiran a cantar.
Desde lo profundo de las neblinas del tiempo
los dulces recuerdos me embargan a menudo. ""
(Traducción adaptada)
Hay historias que se graban en la memoria y ya puede pasar años que ahí permanecen, latentes, a la espera de volver a ser leídas, vistas o escuchadas, para revivir las sensaciones que alguna vez nos otorgaron, entender su evocación como reflejo del pasado, o tal vez observarlas bajo un nuevo enfoque.
Es lo que sucede con la primera de las historias que componen la película "Creepshow 2" de 1987, "El viejo jefe Cabeza de Madera", un episodio de venganza con cuño espiritual indígena. La acción se sitúa en un desvencijado poblado llamado Río Muerto, donde un matrimonio de ancianos comerciantes, sufrirá las consecuencias de una difícil convivencia, generacional y étnica.
"Creepshow 2" es una película de terror y suspense basada en historias de las revistas EC Comics, una publicación especializada en temas de misterio, ciencia ficción y terror en las décadas de 1940 y 1950. Creadas por Stephen King, escritas por George A. Romero y dirigidas por Michael Gornick, tres inquietantes historietas van desfilando por la pantalla a modo de tebeo.
Más allá de la propuesta sobrenatural de "El viejo jefe Cabeza de Madera", si en un primer visionado impresionan las contradicciones del joven indio Sam Luna Blanca, resuelto a abrirse paso hasta el éxito pasando por encima del legado tribal, su revisión regala la dignidad y ternura de esa pareja de tenderos al frente del General Store local. De forma concisa y brillante, con diálogo e interpretación certeros, se nos esboza la trayectoria vital de los protagonistas, pareja a la del propio pueblo de Río Muerto. Así es como obran las buenas narraciones, siempre dispuestas a aportar interesantes detalles o nuevas sensaciones, aparte de la diferente mirada de quien las interioriza después de largo tiempo.
Llama la atención que hayan de ser las creencias y supersticiones de los nativos americanos el referente moral de los efectos producidos por su propio desarraigo. De ese modo, los indios norteamericanos vivirían pues en una Reserva, no ya territorial sino también existencial, lo que no parece muy favorable a su integración. La historieta de Creepshow es sólo un pasatiempo, pero admite ciertas dosis de perspicacia.
Sobre unas primeras líneas de guión el popular George Kennedy está genial como el comerciante Ray Spruce. También destaca la actriz Dorothy Lamour en el papel de su esposa, tan absolutamente convincente como el actor indígena Frank Salcedo interpretando al jefe indio local. El resto de interpretaciones no son muy relevantes pero rinden al episodio.
A destacar el doblaje en la versión española, sobre todo por el personaje del jefe Benjamín Luna Blanca, doblado por una voz inolvidable y entrañable de la televisión de 1980. No es el vídeo que se reproduce, pero si el de mejor calidad de imagen encontrado. "El viejo jefe Cabeza de Madera" está disponible en el Canal Alma de Frontera junto con el resto de secuencias y videoclips del Blog.
Tradición, bondad, espiritualidad... El momento viene cargado de buenas intenciones, aunque "las buenas intenciones arruinaron este país" o se las lleve el viento una mañana, mientras el viejo Ray se afana en sacar brillo al guerrero indio tallado en madera a la puerta de su tienda. ¡Ah-ko-enne!
BANDA SONORA
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