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No frecuento demasiado el término medio, prefiero ir a piñón fijo, aunque a veces sea un fastidio. Lo digo por no poder llegar a actualizar esta bitácora a mayor ritmo del que quisiera. Como decía, si lo acuerdo me involucro y si me apasiona me deshilacho. Al estilo Freddie King, adelante y sin dilacción. Como una bala de cañón, directa a explosionar en su objetivo, el Blues.
Así que no es casualidad que The Texas Cannonball acuda a estas páginas. El destino nos busca y sólo hay que abrir los ojos para hallarle. Como la proporción aúrea, el paso de las estaciones o el balanceo sincopado del Blues, ahí está de regreso, esperando paciente a la vuelta de la esquina. Nada es casual, Freddie King lo supo desde el principio.
Un Destino Manifiesto
Frederick Christian King vino aquí abajo en septiembre del año 1934 con una misión entre ceja y ceja. Tenía cinco años cuando pidió en casa una guitarra. "Aún te queda mucho por crecer, Freddie", le dijeron. Más tarde se dirigió al colmado de Winsow, Texas, para encargar una. Cuando el dependiente le preguntó si su madre estaba de acuerdo, el chico respondió tajante: "No, soy yo quien va a tocarla". Ante las siguientes negativas, el pequeño Freddie se deslomó cogiendo algodón hasta ganar lo preciso para hacerse con su primera Fender. ¡Vive Dios que su sacrificio no fue en vano!.
La familia se mudó al sur de Chicago al terminar la década de 1940. Aquello fue como un sueño hecho realidad para el muchacho. ¡La capital y las grandes figuras del Blues a sólo unas manzanas de casa!. Tenía 16 años y quedó fascinado por el ambiente de la gran ciudad de Illinois. Junto a otros compinches, Freddie solía merodear los clubes para colarse y ver a los grandes. Una noche se apostó con sus amigos que no sólo iba a colarse en el club, sino que llegaría hasta el escenario y tocaría su vieja guitarra. Y ganó la apuesta. Después de sentarse con la banda, el dueño del club se percató de la juventud de Freddie y ordenó a sus gorilas que lo echasen del local. Fue entonces cuando Howlin' Wolf intervino ante el patrón del club: "¡El chico viene conmigo!", sentenció El Aullador. Más tarde, después de comprobar como tocaba la guitarra acústica, Howlin' le dijo impresionado: "Eres un joven muchacho tocando la guitarra como un alma vieja"..."El Señor, efectivamente, te ha enviado aquí para tocar el Blues". Sería el comienzo de una gran amistad. Bajo la tutela de Howlin' el joven Freddie King intimó con todas las estrellas del género y aprendió a manejarse por las calles de Chicago.
Mientras comenzaba a trabajar en una fábrica de acero empezaron sus oficios como instrumentista de algunas de aquellas vacas sagradas, con la mente puesta en llegar a grabar un disco. Al par de años en la ciudad se casó con una chica de Texas, Jessie Burnett, aunque el matrimonio no funcionó bien por la querencia de Freddie a las largas veladas de poker y alcohol tras los shows. Despechada, ella volvería a Texas mientras su reciente marido se embarraba en la noche de la urbe y sumaba rechazos audición tras audición, seducido por tocar, beber, jugar y grabar un disco, al mismo tiempo y tal vez por ese orden.
Erre que erre, Freddie conseguió al fin grabar un single en el verano de 1960. ¡Fue fulminante!. Su instrumental "Hide Away" llegó a ocupar un lugar destacado en las listas de éxitos, cuando todavía el Blues no era un género mayoritario entre el público blanco. "Hide Away" ha quedado como una de las grandes piezas instrumentales del Blues todos los tiempos.
El Rey del Blues de los Blancos
Después de aquel hallazgo, King apuró su veta registrando más de treinta instrumentales y girando en compañía de figuras destacadas del R & B de la época, como Sam Cooke, Jackie Wilson o James Brown. A finales de los 60 firma con el sello Atlantic y su filial Cotillion, de cuya asociación resultaron dos discos de presentación: "Freddie King Is a Blues Master" (1969) y "My Feeling for the Blues" (1970).
Sin embargo, aunque echase mano de sus dotes vocales por captar un público más amplio, ambos álbumes no obtuvieron la acogida esperada. La decepción del bluesman duró justo hasta comenzar su gira europea. Salió para un mes y estuvo tres. En Inglaterra, una nueva generación de jóvenes músicos blancos como Eric Clapton o Mick Taylor, estaban tratando de emular su sonido. Imagina el efecto de la maestría y contundencia del aguerrido Freddie King ante un auditorio de pulcros british. Aquello debió ser un revulsivo para todos, tanto como para él mismo, sorprendido por una aceptación que hasta el momento le había sido difícil de logar en casa.
Con la nueva década contrató de manager a un tipo llamado Jack Calmes, blanco y parte de la "contracultura" que acababa de descubrir el Blues. Jack ayudó a redirigir la carrera del guitarrista al hacerle aparecer en el Festival Pop de Texas, compartiendo cartel con Led Zeppellin, entre otros. "Los chicos de Led Zeppelin se quedaron con la boca abierta viendo tocar a Freddie", recordó Jack. Gracias a aquel golpe Freddie King consiguó captar la atención de un nuevo público y productora. Con Shelter Records su carrera se puso a 100, para ya no retroceder. A partir de su álbum "Getting Ready" pudo mostrar a todos su talento y estilo, en consonancia con la corriente de Blues blanco que se apoyaba en el Rock. Desde su autoridad como intérprete, haciendo gala de una presencia impresionante, Freddie King alternó con artistas como Eric Clapton o bandas como Grand Funk Railroard, los mismos que más tarde le rendirían homenaje en su mayor éxito: "We're an American Band".
De estilo intuitivo y personal, más agresivo y creativo que el de los otros Reyes, BB King y Albert King, éstos con un enfoque más tradicional, y recurriendo a un buen puñado de matices vocales, su Blues combinaba influencias del Blues acústico de Texas con la crudeza del de Chicago. De esta manera, su música ofreció un punto de vista más contemporáneo que el de otras bandas que continuaban tocando a la manera de 1950. Influenció a todos los guitarristas eléctricos que llegaron después. El Blues de Texas jamás fue el mismo después de Freddie King. Su apodo, The Texas Cannonball, es tan elocuente como definitorio de su actitud vital: una andanada de Blues en toda regla.
Freddie King tampoco era amigo de medias tintas: Blues, Blues, Blues y Bloody Mary. Con una estresante agenda de más de trescientos shows al año y una dieta a base de cigarrillos y alcohol, Freddy se ganó una úlcera de platino que le llevó a la tumba el día de los Inocentes del 1976. Nunca nadie ha parado un cañonazo.
Fue siempre fiel a si mismo, el más virtuoso de los bluesman eléctricos de su generación. En 2004 fue incluído en el número 15 de la lista de los 100 guitarristas más grandes de todos los tiempos. Su arte jamás decepciona. Como bien dijo Howlin' Wolf, el Señor le había puesto entre nosotros para revolucionar el Blues. Y a ello se empleó con denuedo y pasión en cada acto. Como a mi me gusta, ¡al estilo Freddie King!.
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