Cat-1

Cat-1

Cat-2

Cat-2

Cat-3

Cat-4

octubre 2012


Casi todo el mundo sabe algo acerca de Wyatt Earp y del famoso duelo en el OK Corral. El cine se ha encargado de magnificar el suceso y sus autores al reproducirlo en decenas de ocasiones. Sin embargo, la gran mayoría de los que se sienten impresionados por el episodio desconoce que fue un joven hispano quien protagonizó el que probablemente sea el tiroteo más desigual y violento en la historia del Lejano Oeste. Extraño, teniendo en cuenta que en el tiroteo de Tombstone se enfrentaron cuatro hombres contra cinco, además de forma no muy atinada, solventándose con menos de una docena de disparos y en apenas treinta segundos...; mientras que la "Guerra de Frisco" enfrentó a una sola persona contra algo más de ochenta antagonistas armados, intercambiándose miles de disparos !en un enfrentamiento que duró más de treinta y seis horas!.

Con un dramático despliegue de habilidad, coraje y suerte, un hispano llamado Elfego Baca fue duramente hostigado en una batalla singular que ha servido durante largo tiempo como símbolo del poder del individuo, fundamentado en la firmeza de sus convicciones.
El incidente entraría en la historia de Nuevo México como la "Guerra de Frisco".

Escultura de bronce en honor a Elfego Baca

A finales del siglo XIX el Suroeste y Nuevo México eran todavía un territorio indómito, una región agreste, remota y poco poblada, pendiente del avance de la civilización que inexorablemente iba consumiendo la gran frontera americana. Pocos elementos más devastadores que el poder transformador de la minería y la idea de un rápido enrriquecimiento en la mente de los hombres. La misma energía dinamizadora que en breve plazo convertía miserables poblachos en animosas ciudades y poderoso foco de atracción para toda suerte de vagabundos, negociantes, oportunistas y desperados. Ante tamaña ralea los conflictos no tardaban por desafiar a la Ley y al orden. Con una administración federal débilmente implantada (en la mayoría de los casos forzada a negociar cada uno de sus pasos), el mandato de la justicia resultaba entonces tan consistente y firme, como determinado, fuerte o astuto el hombre encargado en hacerlo cumplir.

Por 1884 el apache Gerónimo tardaría aún otros dos años en ser capturado y Billy 'the Kid' había sido asesinado tan sólo tres años antes. El Far West era una realidad bastante próxima y peligrosa para muchos honrados ciudadanos y pioneros del Suroeste. Con frecuencia, en el equipaje de muchos de aquellos desplazados que vagaban por el territorio escaseaban la urbanidad y el respeto por la propiedad privada. Como una jauría de alimañas podían entrar en un poblado, beber a placer en la taberna, acosar a la gente del lugar y andar luego disparando por las calles contra cualquier cosa que llamase su atención, tan sólo por simple divertimento. Y podían largarse tan alegremente, sin rendir cuenta a nadie de sus actos y desmanes. No había más ley que su antojo ni más norma que la violencia.

Así resultó en la pequeña pedanía de Frisco, en el antiguo condado de Socorro, Nuevo Méxicoen el suroeste montañoso del estado, cerca de la actual ciudad de Reserva, en el hoy condado de Catron, a casi un centenar de kilómetros al norte de Silver City. Un autoproclamado ayudante del sheriff de nombre Elfego Baca no iba a consentirlo.

UN TIPO CON AGALLAS
Elfego creció siendo un hueso duro de roer desde su alumbramiento en las soledades de Socorro, Territorio de Nuevo México, en febrero de 1864. La leyenda local dice que fue secuestrado por indios renegados a la edad de un año ...!y devuelto tan solo cuatro días después a sus padres sin el menor rasguño!. Muchos supieron desde entonces que no valía la pena meterse en problemas con Elfego Baca

Tras una estancia en Topeka, Kansas, donde murió su madre, los Baca regresaron a Nuevo Méjico y se establecieron en Belén, una turbulenta ciudad treinta millas al sur de Albuquerque, donde el padre tomó juramento como sheriff

Una denuncia tras haber disparado a dos vaqueros rebeldes, llevó al sheriff Baca a la cárcel de Las Lunas. Se trataba de un edificio de adobe de reciente construcción, con una sala de audiencia y oficinas en la planta superior y las celdas debajo. La noche que el pueblo festejaba con bullicio a Santa Teresa, el joven Elfego se ocultó cerca del presidio y desde la oscuridad observó las evoluciones del carcelero. Su oportunidad llegó a la sorpresiva marcha de éste hacia el fulgor de la fiesta, confiado en salvar otra noche aburrida en su oficio. A continuación, Elfego logró hacerse con una escalera para la limpieza de las ventanas que encontró en la parte trasera del Palacio de Justicia, subió al piso superior y se aplicó en serrar el techo de la celda, consiguiendo liberar a su padre. Luego, ambos se escondieron tras algunas malezas !a escasos metros de la prisión!. Lo suficiente para cenar y observar cómo se daba la alarma al amanecer. Durante el transcurso del día fueron espectadores privilegiados del baile de la confusión de alguaciles y patrullas, persiguiendo al fugitivo por todo el condado !sin sospechar que estaba a menos de cien metros de distancia!. Al anochecer, cuando el tumulto se hubo calmado, la familia se trasladó hasta Albuquerque donde el señor Baca consiguió caballos de unos amigos y marchó para una estancia de siete años en Isleta, México, cerca de El Paso. 

Estas peripecias son bien elocuentes del genio y compostura de Elfego Baca. Tanto, como que en 1884 Baca robó algunas armas de fuego, compró por correo una insignia de sheriff y se autofacultó como ayudante del sheriff en el condado de Socorro. Siguiendo el ejemplo de su padre, asumió que su vocación era la de oficial de paz. Quería que, "los bandidos escuchen mis pasos a una cuadra de distancia", según dijo. Así lo afirma la leyenda, aunque la realidad le va a la zaga.  

Su nombramiento oficial llegaría de la mano de Pedro Sarracino, sheriff en Dallas, quien llegó a Socorro para reclutar ayudantes y visitar a un primo suyo para el que Elfego trabajaba de peón. Un apesadumbrado sheriff contó allí en que dificultades se veía para mantener la Ley en la región. Baca afirma en sus memorias haber censurado a Sarracino por su indolencia, que supuestamente le respondió: "!el trabajo está a disposición de quién lo quiera!", antes de retirarse al consuelo del bar más cercano. El impulsivo joven no necesitó contrapartidas para convertirse en oficial adjunto. Bien cierto es que Elfego Baca puso más agallas que cuidado al abordar una situación de la que sabía muy poco, por mucho que ahora portase una Colt 45 al cinto y una estrella de chapa al pecho. Tenía tan solo 19 años. 

La zona de Socorro vivía momentos de inusual conmoción. En particular, se había convertido en el escenario para las últimas escaramuzas de las guerras indias, asistía al creciente trasiego de mineros y tramperos explorando aquí y allá los afluentes del río Gila, y los rebaños de reses comenzaban a horadar los caminos con su lento y concienzudo discurrir.  Mientras, varios cientos de familias hispanas se afanaban como antaño en la agricultura por las vegas ribereñas y asistían intranquilos al creciente tránsito de forasteros. Fueron estos hispanos los que en la década de 1860 establecieron una serie de poblados a lo largo del río, nombrados como San Francisco, Bajo, Medio y Alto.  

Al poco del trasiego de nuevos colonos anglosajones las aldeas del Medio y Bajo San Francisco pudieron jactarse de contar con una docena de bares y burdeles, y con una creciente clientela debido a la constante afluencia de ganaderos de Texas y Oklahoma. En el otrora pacífico valle se instalaron entonces la tensión y el conflicto, con continuos altercados y disputas entre los conductores de ganado y la comunidad hispana, añadidas a la amenaza latente de las incursiones apaches desde el sur. La fuerte inmigración afectó hasta la nomenclatura de la zona. El pueblo de San Francisco Alto pasó a llamarse el Sitio de Milligan, por Bill Milligan, un irlandés veterano del ejército que regentaba un salón y una tienda de abastos. Y fue allí donde empezaron los problemas.

EL BAUTISMO DE FUEGO
En la noche del 29 de Octubre de 1884, dentro del bar de Milligan en la plaza del Alto San Francisco, seis o siete cowboys pendencieros atacaron brutalmente a un hispano jorobado apodado 'El Burro'. Al parecer no les agradaba su apariencia. Le agarraron y tumbaron sobre una mesa del salón y no dudaron en sentársele en piernas, brazos y pecho, resueltos a enderezar su maltrecho cuerpo. Uno de los presentes, Epitacio Martínez, que intercedió por 'El Burro', fue premiado con el puesto de diana, atado a una columna del local y utilizado para prácticas de tiro por un vaquero borracho llamado Charlie McCarthy

Aquel sainete estaba llegando demasiado lejos. El propio Milligan corrió a pedir el auxilio de Baca para detener la bronca. El hispano se presentó raudo ante McCarty y sus acólitos, mostró su identificación de alguacil, requisó las armas y le detuvo en nombre de la Ley. La fiesta le costó a Martínez aguantar cuatro disparos, aunque ninguno fatal y sobrevivió al incidente.

El primer prisionero de Elfego Baca provenía de una cuadrilla notoriamente escandalosa del rancho de John B. Slaughter, quienes no recibieron con agrado la noticia que uno de los suyos había sido arrestado por un niñato envalentonado tras una placa de sheriff. Temiendo una respuesta de mayor proporción al daño ocasionado por el borracho, Bill Milligan se echó atrás negándose a presentar cargos contra Charlie, pero Elfego estaba pletórico de su hazaña, le mantuvo detenido y, desconfiando de la integridad del magistrado local, resolvió llevar al preso hasta Socorro. Así que trasladó a McCarty hasta una casa que el sheriff Pedro Sarracino tenía en la aldea de Frisco Medio, donde pensó que le sería más fácil mantener la posesión del prisionero.

Como se esperaba los amigos de McCarthy no tardaron en aparecer por el poblado. Alrededor de una docena de vaqueros se congregaron portando sus rifles Winchester ante la fachada de la casa de adobe convertida en calabozo por Baca. Les encabezaba un joven capataz de Slaughter llamado Parham que de inmediato exigió la liberación de su colega ...algo que Elfego Baca no estaba dispuesto a hacer por las buenas. Convencidos tras alguna demora, procedieron a derribar la puerta y ventanas a golpes. Baca respondió desde el otro lado amenazando con disparar si no estaban "fuera de allí a la cuenta de tres". La leyenda cuenta que los cowboys se tomaron a broma el aviso e hicieron burla del muchacho por no creerle capaz de saber contar, pero sus risas fueron abortadas y su respiración contenida cuando escucharon a Baca decir en voz alta desde dentro del caserío: "¡Uno, dos, tres!". Con prisa por escapar de esta lección de aritmética rápida, los vaqueros corrieron a ponerse a cubierto y dispararon hacia la casa. Espantado por el estruendo de la balasera el caballo de Parham se levantó de manos y perdió el equilibrio yendo a caer desafortunadamente encima de su jinete, ocasionándole heridas que resultaron mortales.

A la mañana siguiente dos vaqueros reaparecieron ante la casa de Sarracino y ofrecieron a Baca llevar al prisionero al calabozo de Frisco y un acuerdo firmado como que nadie iba a molestarle si permitía que su preso fuese "juzgado" a la mañana siguiente en el bar de Milligan. A regañadientes Elfego aceptó. 

En el simulacro de juicio McCarty fue multado con cinco dólares y puesto en libertad, pero no tardó un instante en lamentar no tener a mano su revólver para escarmentar a Baca, amenazas que el resto de sus compañeros presentes apoyaron encendidamente. Viendo el percal Elfego empezó a retroceder prudentemente hacia la puerta lateral, abandonó el edificio lo más rápidamente que pudieron sus botas y fue a encontrar refugio en el cercano jacal de Jerónimo Armijo, de donde expulsó a sus ocupantes, hizo acopio de munición y se dispuso a esperar acontecimientos. 


Cat-5

Cat-5

Cat-6

Cat-6