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Lo más reciente de Historia



En 1810, un colorido grupo de ambiciosos colonos anglo-norteamericanos declaró a la franja occidental de la Florida española como una nación independiente. Nacía la República de Florida Occidental, cuyo territorio se extendía desde el río Mississippi hasta el río Perdido, actual frontera entre los estados de Alabama y Florida
Esta es la historia del evento más pasado por alto en la historia de Norteamérica.


LUISIANA Y LAS DOS FLORIDAS
En 1803, James Madison, por entonces Secretario de Estado del gobierno de Thomas Jefferson, condujo la negociación de la transferencia del territorio tras la compra de Louisiana, la operación por la que los Estados Unidos compraron la colonia a Napoleón Bonaparte. Es oportuno aclarar que a su vez La Luisiana había sido cedida en secreto a Francia por Carlos IV de España tan solo un par de años antes, en 1800, intercambiada por un reino en Italia donde coronar a un príncipe de la familia y bajo el acuerdo de retrocesión o una opción preferencial para España, si Francia resolvía deshacerse de ella. De este modo, su compra por parte de Estados Unidos fue una operación de dudosa legalidad, aunque eso no evitó las graves consecuencias que el acuerdo originaría a nivel mundial. EE.UU. duplicó su tamaño de una tacada, fagocitó hacia los recursos del oeste su gran potencial industrial y demográfico y definió sin ambajes su preponderancia en el continente. De todos los detalles del asunto dimos pormenorizada seña en nuestra serie de artículos sobre EL MAYOR NEGOCIO DE LA HISTORIA (parte 1 http://bit.ly/R3aSZt, parte 2 http://bit.ly/R3btuf, parte 3 http://bit.ly/MHlWYT).

No obstante a la inmensidad del territorio adquirido (2.144.476 km2), la venta no incluyó la totalidad del territorio asimilado más tarde como el estado de Louisiana. De hecho, la Corona española continuó administrando una delgada franja de tierra costera que se extendía desde la orilla este del río Mississippi a la península de Florida, la llamada Florida occidental, una tierra que Estados Unidos optó por considerar interesadamente como parte de la compra hecha a Napoleón, y de la que reclamaron a España su cesión, sin éxito.

España por su parte ya había cedido anteriormente a las pretensiones americanas, aceptando el paralelo 31 de latitud norte como frontera, contra su postura inicial del límite otorgado por Francia en 1764, al tomar posesión de la provincia francesa. Tras la compra de Louisiana en 1803, los Estados Unidos comenzaron a insistir en reclamar el territorio comprendido entre los ríos Perdido y Mississippi. Los españoles objetaron que esa porción de tierra era la provincia de Florida occidental, recibida de Gran Bretaña a raíz del Tratado de París de 1783, y que nada tenía que ver con el territorio intercambiado con Francia. En fin, un complicado cruce de intereses y adquisiciones, a cuatro bandas.

Precisamente, fue la administración británica quien dividió en dos la colonia: la Florida occidental (continental y ribereña del Mississippi, con capital en Baton Rouge) y la Florida oriental (el total del territorio penínsular y capital en San Agustín). Al regreso de los españoles la división administrativa fue respetada pero, para su desgracia, ambas provincias y en particular la Florida occidental, estaban habitadas por una mayoría de colonos anglos, escoceses e irlandeses, incluídos muchos de los refugiados leales a Gran Bretaña durante la Revolución Americana, que habían huido a la región o se habían establecido en ella durante la soberanía británica. Mientras España estuvo a orillas del Mississippi no existieron tensiones importantes, pero la situación cambió cuando las Floridas quedaron aisladas entre el mar y el abrazo por tierra de los Estados Unidos de América.

Sin embargo, las presiones no fueron a mayores. Jefferson pensó que no valía la pena desafiar militarmente a España por La Florida, al anticipar estratégicamente que la afluencia de colonos de habla inglesa, mantenida en el tiempo, haría inevitable la absorción del territorio por los EE.UU.: una práctica que les reportaría magníficos resultados y ya no abandonarían hasta llegar al Pacífico.

Lentamente, mientras España se veía obligada a detraer recursos para afrontar sus desafíos desintegradores, europeos y americanos, multitud de nuevos inmigrantes norteamericanos penetraron y se establecieron en la Florida occidental, con la aquiescencia de su gobierno. William Claiborne, entonces gobernador del denominado como territorio de Orleans, en la orilla oeste del Mississippi, y más tarde el primer gobernador del estado de Louisiana, había dicho respecto a la población de la Florida occidental: "Son una masa tan heterogénea de lo bueno y lo malo como nunca antes se ha visto en región alguna".

THE LONE STAR OF WEST FLORIDA
El antiguo presupuesto de Jefferson se hizo franca realidad con el soporte añadido de la revuelta hispanoamericana. Por 1810 corrían días de cambio y agitación en toda la América hispana. La inacción española precipitaba el asalto a sus posesiones desde todos los frentes. James Madison, ahora en la Presidencia, se impacientaba sin llegar el momento en que las codiciadas piezas de las Floridas callesen al seno de la Unión

Sin embargo, Madison no era el único en hacer planes sobre la debilidad española. En la orilla este del Mississippi, una camarilla entre la élite de los hacendados y propietarios de la Florida occidental se reunió en secreto en un hotel del centro de St. Francisville, a mediados de febrero de 1810. El motivo del cónclave no era otro que trazar el plan para una sublevación que habría de llevarles a la independencia de España. Tras meses de conspiración taimada su determinación les llevó, un 23 de septiembre, ante la escasamente defendida fortaleza española en Baton Rouge. Una multitud de insurrectos enarbolaba amenazadora su enseña, una estrella blanca sobre un campo azul, la llamada "Bonnie Blue". Sin mayor contratiempo, la bandera de la naciente República de Florida Occidental ondeaba al caer la tarde sobre la sede del poder colonial. 

Saint Francisville, hoy en Louisiana, fue designada capital de la West Florida Republic, la primera república de la estrella solitaria en América del Norte, siendo nombrado como su primer presidente un ex diplomático estadounidense que había ayudado a negociar la compra de Louisiana, llamado Fulwar Skipwith. Skipwith, tal vez el único de los líderes de la rebelión que no parecía movido por el afán de robar nuevas tierras o la excitación de la aventura, tenía un buen historial de servicios y mundo a sus espaldas, justo lo necesario para liderar la joven nación. De acuerdo con la Constitución promulgada, a imagen de la de EE.UU., el nombre oficial del país fue el de "Estado de la Florida", por cuya independencia Skipwith realizaba encendidos votos:
Fulwar Skipwith

"Tenemos derecho a la independencia, y donde la voz de la justicia y de la humanidad pueda ser escuchada, nuestra declaración y nuestros justos derechos serán respetados", exclamó.
Aunque en sus pronósticos tampoco engañaba a nadie: "Pero la sangre que corre por nuestras venas, como los afluentes que forman y sostienen al padre de los ríos, que rodea nuestro país encantador, volverá si no es impedido, hasta el corazón de nuestra madre patria".


LA FUERZA HACE LA UNION
Seguramente los residentes de la Florida Occidental no emplearon mucho tiempo en saborear las glorias de su independencia nacional. Tácitamente albergaban la intención final de convertirse en americanos, aunque esperanzados en hacer valer entonces sus propios términos y plazos. Su decepción no se demoró demasiado. 


W. Claiborne
El 27 de octubre de 1810, bajo las órdenes claramente inconstitucionales del presidente Madison y pese a las protestas del gobierno Skipwith, el gobernador W. Claiborne envió tropas al otro lado del río para dar cuenta de la capital de la nueva nación y ejecutar manu militari su anexión a los Estados Unidos. Skipwith había proclamado que estaba dispuesto a "morir en defensa de la bandera de la estrella solitaria". Llegado el trance, él y su gobierno no tuvieron otra opción que plegarse y aceptar la proclamación unilateral de Madison. No existieron negociación ni reconocimiento alguno, solo acatamiento. La República de Florida Occidental había durado tan sólo 74 días.

La argumentación principal esgrimida fue que los Estados Unidos consideraban el territorio como parte de su adquisición de Louisiana. Además invocaron salvaguardar su integridad y conjurar el peligro potencial de una invasión extranjera, al ponerlo bajo su soberanía. Los Estados Unidos tomaron posesión de St. Francisville el 6 de diciembre de 1810, y de Baton Rouge el 10 de diciembre de 1810. Sus distritos se incorporaron al recién formado territorio de Orleans

Dominar la totalidad de la franja llevó a los norteamericanos hasta la ciudad de Mobila (Mobile, Alabama), al este, donde la "Bonnie Blue" aún no había tenido ocasión de ser izada. La ocupación de sus defensas fue truncada por la negativa del comandante español a entregar el fuerte voluntariamente, constituyéndose hasta su caída, dos años después, en el último reducto español en la Florida occidental. Los EE.UU. anexionaron el distrito de Mobile al territorio de Mississippi en 1812.


Los españoles elevaron protestas diplomáticas sobre la anexión de la parte occidental de la Florida occidental, pero su debilidad no les facultaba para más. España continuó administrando el resto de la colonia (entre los ríos Perdido y Apalachicola, con capital en Panzacola -Pensacola, Florida) hasta 1819, en que por el Tratado Adams-Onís tuvo que ceder ambas Floridas a los Estados Unidos a cambio de la renuncia a reclamaciones estadounidenses sobre Texas, donde igualmente los EE.UU. habían planteado controversias al querer adjuntarla a la magnífica compra de Louisiana. Su osadía se desbordaba a medida de sus éxitos.

La sorna de algunos historiadores cita en la anexión de la efímera república floridana el primer gesto del imperialismo yanqui, el primer fruto de la Doctrina del Destino Manifiesto, la ideología en la que el gobierno de los EE.UU. basó su expansión por el resto de América del Norte. Aunque excesiva, no es una opinión descabellada plantear que ni España, ni Canadá, ni México, fueron las primeras víctimas del imperialismo estadounidense, sino que, al menos por unos días todo comenzó allí, con el ocaso de la fugaz estrella solitaria de la Florida Occidental. Ya hemos visto como le fue a España. Dos años más tarde, bajo el pretexto de difundir la democracia, Madison enviaba tropas a Canadá con la intención de anexar Ontario y apoderarse de sus minas. Daba inicio la Guerra de 1815 contra Gran Bretaña.

Durante 74 días, la pequeña ciudad de Saint Francisville, Louisiana, fue la capital de la West Florida Republic, una pequeña nación en el subcontinente de América del Norte. Hoy allí, un monolito coronado con una estrella y un número creciente de "Bonnie's Blue" ondeando sobre porches y garajes, recuerdan aquella breve aventura. Con el descubrimiento de este detalle de su historia e identidad particulares, la gente del sureste de Louisiana, el sur de Mississippi y Alabama, disponen de un hito con el que significarse colectiva y culturalmente: la anécdota de 74 días de rebelión. 


Algunas fuentes:
http://www.bbc.co.uk/news/magazine-18418696
http://en.wikipedia.org/wiki/West_Florida
http://www.knowla.org/entry.php?rec=755




Pocos procesos históricos son capaces de aglutinar una aureola tan mítica y favorable como el ansia de libertad que prendió mecha a la Revolución Mexicana

Un legítimo empeño de dignidad, trabajo y justicia social impulsado por varios movimientos socialistas, liberales, anarquistas, populistas y agrarios, que derivó de mala manera, desde la oposición contra el orden establecido hacia violentas luchas por el poder para acabar transformado en una larga guerra civil. Un extenuante proceso que vino a costar en torno a un millón de vidas humanas y no se cerró formalmente hasta la década de los 40. A cuenta de la persistencia de algunas de aquellas desigualdades hay quien afirma hoy que la Revolución todavía está en marcha... 

De lo que no hay duda es que constituyó la implosión del régimen dictatorial de Porfirio Díaz por una sucesión de breves presidencias, levantamientos, planes, liderazgos y sangrías que llevaron a México desde la tiranía del dictador omnímodo a la 'modernidad' del partido único, el PRI, que acapararía el poder hasta casi terminar el siglo XX. Además de alumbrar una cosmografía mesiánica en torno al caudillaje y los procesos revolucionarios que ha dejado honda huella y aún hoy impregnan el imaginario colectivo de Hispanoamérica.


30 Años de PORFIRIATO
La Revolución llegó a México para poner fin a un insoportable sistema de opresión y desigualdades sociales, tras un siglo de independencia en el que las oligarquías agrarias y el concurso de las potencias industriales extranjeras habían perseverado en la servidumbre del pueblo y la corrupción institucional. Desde 1876 el general oaxaqueño Porfirio Díaz, antiguo héroe de la Guerra de la Intervención Francesa, imponía una férrea dictadura. No obstante, durante los últimos 30 años México experimentó cierto crecimiento económico, fruto de la estabilidad política proporcionada por el dictador, el expolio de las materias primas y la explotación de los estratos más desfavorecidos de la sociedad, para beneficio de una minoría de aristócratas del régimen y familias de potentados rurales.

La ausencia de democracia y cauces representativos, la injusta distribución de la tierra y riquezas del país, la explotación sistemática de los trabajadores, la corrupción política y administrativa y hasta el estancamiento cultural de México, convergieron para que los círculos opositores al régimen porfirista depositasen sus esperanzas en la candidatura de Francisco I. Madero, un hacendado de Coahuila fundador del Club Democrático Benito Juárez y autor del libro 'La sucesión Presidencial en 1910'

Por su parte Díaz, embargado por salvar su larga trayectoria dictatorial trataba de asimilar el sentimiento popular en México, al comprometerse públicamente a permitir la creación de partidos políticos que presentasen candidatos a la elección de un nuevo presidente en los comicios previstos para junio de 1910, anunciando que no presentaría su reelección. Madero aprovechó esta postura de Porfirio Díaz y realizó diversas giras en el país con idea de formar un partido político que eligiera a sus candidatos en una asamblea nacional y compitiera en las elecciones. Tras la fundación de su propio partido se postuló como presidente y candidato del mismo, adoptando la postura Antirreeleccionista, en contraposición al partido Reeleccionista organizado por Díaz, quien ya se había desdicho de sus primeras intenciones para volver a optar a la Presidencia de la República.

A continuación, poco antes de las elecciones, Madero fue arrestado por sedición acusado de haber pronunciado un discurso injuriando al Presidente. Fue encarcelado en Monterrey y posteriormente trasladado a San Luis Potosí. Con Madero fuera del escenario Porfirio Díaz no tuvo inconveniente alguno para salir reelegido Presidente de México. Solo después sería puesto en libertad bajo fianza con la prohibición de abandonar el país. Pero a principios de octubre Francisco Madero logró escapar a San Antonio, Texas, donde reunió a partidarios y allegados, y lanzó el manifiesto conocido como Plan de San Luis Potosí, denunciando el fraude electoral, desconociendo los poderes constituídos y convocando al pueblo a la insurrección armada, además de exhortar a la sublevación al Ejército Federal para derrocar al sátrapa. La fecha señalada fue el 20 de noviembre de 1910



La hora de MADERO
El primer episodio armado de la insurrección tuvo lugar el 18 de noviembre cuando Aquiles Serdán, encargado por parte de Madero de organizar la Revolución en Puebla, fue detectado y rodeado en su casa por un ejército de 500 soldados, a cuyo asalto resistió hasta la muerte. A pesar de este revés la Revolución logró prender en Chihuahua, asumida por las clases populares y las zonas rurales, para extenderse luego a los estados vecinos de Sonora, Durango y Coahuila

Tras varias batallas entre las tropas del régimen y los sublevados, Porfirio Díaz fue derrotado y, alarmado por las proporciones tomadas por la revuelta, intentó negociar sin éxito. Cuando los revolucionarios tomaron Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos, el viejo dictador buscó salvar una salida honrosa presentando su renuncia, abandonando el país y exiliándose en Francia.

Después de seis meses de lucha la revolución maderista había triunfado. Madero, apoyándose en los Tratados de Ciudad Juárez, negoció el poder colocando en el gobierno interino a varios de sus hombres y convocó las siguientes elecciones para 1911. Como Madero no deseaba incurrir en ninguna ilegitimidad decidió que Francisco León de la Barra fuese nombrado Presidente Interino hasta su previsible triunfo, aunque este interinato sólo provocó discordias entre algunos revolucionarios. 

Comitiva triunfal de Madero
Al cabo de la insurrección contra la dictadura y la reelección de Díaz, la revuelta surgida como única opción del movimiento Antirreeleccionista, urbano y de clase media, había derivado en rebelión popular y rural, dando voz a nuevos líderes ajenos a la disputa política pero encandilados por una rápida victoria y seducidos por el poder y la diplomacia de las armas. Personalidades como Pascual Orozco (arriero comerciante) Francisco Villa (bandido y buscavidas) o Emiliano Zapata (domador de potros y jornalero), entre otros, levantaron el entusiasmo de rancheros, vaqueros, mineros, artesanos, campesinos, obreros o indígenas, de un lado a otro del país, la mayoría con muy poco en común con la figura del acomodado Madero. 

Así, Francisco I. Madero resultó vencedor en las elecciones y tomó el poder, en medio de fuertes tensiones disgregadoras. Las discordancias revolucionarias comenzaron a enfatizarse a escasos veinte días de haber accedido a la Presidencia. Como para Madero la Revolución no podía apartarse del camino trazado por la Ley y sólo mediante ella deberían encauzarse los problemas de la nación, exigió que se depusieran las armas, lo que soliviantó al líder mestizo Zapata de una causa que sentía traicionada. Emiliano Zapata se negó a licenciar a sus tropas sin que Madero asumiese primero sus condiciones. Al frente de su Ejército Libertador del Sur lanzó el grito de “Tierra y Libertad” y el Plan de Ayala, argumentando que el primer punto a resolver era la reforma agraria y el reparto de tierras. El Presidente envió al Ejército Federal contra Zapata, advertido de no excederse en la represión.

La situación nacional se hizo más compleja. Se produjeron sucesivos levantamientos armados que trasladaron un clima de inseguridad inquietante para los dueños del poder económico, alteradas la paz y la seguridad esenciales para su prosperidad. La legalidad y el deseo de acuerdo de Madero fueron interesadamente entendidas como fragilidad y temor. Entre las élites financieras, de terratenientes y las empresas extranjeras se extendió la opinión de la incapacidad del Presidente para embridar al país y la necesidad de una acción enérgica contra su gobierno. La legación diplomática estadounidense, resentida con Madero por no favorecer sus aspiraciones comerciales, ayudó a fraguar un plan para derrocarlo. Fue entonces cuando apareció en escena el general Victoriano Huerta, quien había sido encomendado por el gobierno maderista para sofocar la rebelión de Pascual Orozco, sublevado tras quedar marginado del reparto de poder en el norte. Después de vencer al orozquismo había alcanzado la gloria de héroe nacional y ganado además la confianza del Presidente.    
        
Madero y Pino Suárez
Una nueva insurrección a las puertas de la capital de México puso contra las cuerdas al Gobierno. En enero de 1913 tuvo lugar la llamada Decena Trágica, diez días de bombardeos y combates en la ciudad de México que colocaron al general Huerta en situación de defender la capital y la Presidencia de la Nación. Sin embargo, practicando un doble juego urdido por el embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson y en complicidad con Félix Díaz, cabecilla de la sublevación y sobrino del exiliado Porfirio Díaz, mantuvo engañado al Presidente a quien supuestamente defendía, cuando en realidad se había comprometido a derrocarle. Fue el denominado como Pacto de la Ciudadela o de la Embajada, por el cual se establecía el compromiso de Huerta de apresar a Madero, disolver el Ejecutivo para tomar la Presidencia de la República de forma provisional y facilitar que Félix Díaz saliese victorioso en las siguientes elecciones. 

El plan fue un éxito, Madero resultó apresado y forzada su renuncia. El 22 de febrero de 1913, mientras era trasladado a la penitenciaría de Lecumberri, Francisco I. Madero fue asesinado por la espalda, en aplicación de la “ley de fugas”, junto al Vicepresidente Pino Suárez


HUERTAS y los tigres del Norte
Poco después de los sucesos desgraciados de la Decena TrágicaHuerta sería designado Presidente. No le tomó mucho tiempo instaurar una dictadura militar y suprimir la democracia, con la aprobación de los grandes hacendados, los altos mandos militares, del clero y de casi todos los gobernadores, salvo los de Sonora y Coahuila. Sin embargo su débil apoyo social (conocida y pública su traición para hacerse con el poder), su vinculación a los intereses de los Estados Unidos y su desmembramiento del aparato constitucional, le granjearon una opinión pública desfavorable y la reacción en contra de varios jefes políticos, militares y revolucionarios, e incluso la antipatía del nuevo Presidente norteamericano Woodrow Wilson

Poco después del ascenso de Huerta al poder, Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila alzado en armas, fue tomado por los revolucionarios como jefe del proclamado Ejército Constitucionalista con el objetivo de restablecer el orden constitucional, según el plan trazado en la hacienda de Guadalupe

Un año de lucha en el norte irridento (donde con sus éxitos militares cobró fuerza el liderazgo de Francisco 'Pancho' Villa), la ocupación estadounidense de Veracruz, la toma del núcleo ferroviario de Zacatecas por las fuerzas constitucionalistas y su posterior avance hacia la capital, fueron acontecimientos que precipitaron al general Huerta a renunciar a la Presidencia y huir del país en 1914. Paradójicamente, el final le esperaba en la prisión de El Paso, en Texas, dos años más tarde de su detención por aquellos a quien se comprometió en favorecer, los Estados Unidos.

La Revolución fue un conflicto mayoritariamente norteño. En el sur, su lejanía con los Estados Unidos (en donde se obtenían armas y suministros), de los principales frentes de batalla y de la difícil orografía y comunicaciones con el resto del país, ocasionó que el conflicto armado no pasase de simples escaramuzas ni la causa contase con gran aceptación. En cambio en el norte, un sinfín de caudillos, generales y guerrilleros se abrieron paso a sangre y fuego hacia la leyenda. En el estado de Sonora, los generales Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles habían brindado su apoyo a Carranza de manera inmediata, en representación de la clase media, mientras que en Chihuahua la adhesión al bando huertista de Pascual Orozco provocó el ascenso de Pancho Villa, miembro de las clases bajas con gran ascendencia en los sectores populares de la región. 


CARRANZA contra todos 
Carranza, Jefe de la Revolución de acuerdo con el Plan de Guadalupe, convocó a todas las fuerzas a la Convención de Aguascalientes para nombrar un líder único. En esa reunión Eulalio Gutiérrez fue designado Presidente del país, pero las hostilidades se reanudaron cuando Carranza no reconoció el acuerdo, en oposición a las aspiraciones de Villa y Zapata

Villa y Zapata, una alianza fugaz
A partir de aquel desencuentro se profundizaron las diferencias entre las facciones que habían luchado contra Huerta, lo que desencadenó nuevos conflictos. Gutiérrez no tardaría en dimitir ante las presiones de los caudillos. Tras derrotar a la Convención, los constitucionalistas iniciaron los trabajos para la redacción de una nueva Constitución y llevar a Carranza a la Presidencia en 1917. Mientras tanto, la fraternidad de los caudillos revolucionarios se había revuelto en enemistad y lucha encarnizadas. Villa contó sus batallas por derrotas frente al general carrancista Álvaro Obregón, mientras Zapata permanecía a la defensiva en su refugio de Morelos.

Emiliano Zapata
Para 1917 se promulgó la Constitución en la ciudad de Querétaro y Venustiano Carranza se convirtió en el primer Presidente en gobernar bajo un régimen constitucional. Desde el gobierno Carranza se empeñó en hacer posibles las transformaciones sociales y económicas que el país necesitaba, lo que influyó en consolidar su prestigio y posición. Sus prioridades pasaban por lograr la unidad revolucionaria, fortalecer la imagen de su gobierno en el extranjero y poner término a los brotes de insurrección. Carranza gobernó de 1917 a 1920, aunque no logró pacificar del todo el país. Más al contario, la lucha entre la distintas facciones estaba lejos de concluir y los levantamientos continuaron: villistas en el norte, zapatistas en el sur, los felicistas (los seguidores de Félix Díaz), las rebeliones en Chiapas, Oaxaca, Michoacán... algunas incluso, insurrecciones sin más bandera que el pillaje y el asalto al poder local. Carranza fracasó en dotar de una organización funcional y estable a la nación, decantado hacia medidas más enérgicas que retroalimentaron nuevas eras de violencia.


Ajuste de cuentas
En 1919 Zapata sería asesinado por orden de Obregón, el mismo año que éste, viéndose relegado de la sucesión por Carranza, promulgaba el Plan de Agua Prieta, sin reconocer al gobierno constitucionalista y proclamando la soberanía popular. Encuadrado en el denominado Grupo de Sonora se propuso la captura de la capital federal, lo que precipitó la huída de Carranza hacia Veracruz. Durante el trayecto, el Presidente fugitivo fue emboscado y asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla, el 21 de mayo de 1920.

El control de los ferrocarriles resultó clave en el conflicto
Diez años después de iniciada la Revolución, en 1920, Madero, Zapata y Carranza habían muerto, aunque su legado era reivindicado ahora por quienes recogían el testigo de la gobernación de México. Por su parte Pancho Villa se había retirado de la vida militar tras los Convenios de Sabinas, con el reconocimiento a sus méritos guerreros y una hacienda en Chihuahua. Y fue allí donde resultaría asesinado en 1923, tal vez por el mismo verdugo que Zapata, el general Álvaro Obregón, al frente entonces de la etapa final revolucionaria. 

Auspiciado por su prestigio como hábil militar y estratega, Obregón se esforzó por otorgar sus legítimos derechos a obreros y campesinos, haciendo crecer su apoyo popular y asentando las bases de un esquema político diferente. Un sistema que formalizaría definitivamente Plutarco Elías Calles, en la Presidencia de la República tras el asesinato de Obregón en 1924. Como Calles aseguró, finalizaba la era de los caudillos y comenzaba el tiempo de las instituciones. En 1929 fundó el Partido Nacional Revolucionario, posteriormente llamado Partido de la Revolución Mexicana y finalmente Partido Revolucionario Institucional, el PRI, que se mantuvo en el gobierno del país por 70 años (...). 



                                                                                       
Estos fueron los principales hechos, caudillos y logros de una Revolución que conmocionó a América y al mundo hace más o menos un siglo, para quedar ligada por siempre al genio mexicano. Un tropel de apasionado idealismo, justicia social, lucha por el poder, sucias traiciones y venganzas cainitas, amparados en la historia como La Revolución MexicanaUna historia "bien chingona" como argumenta el desencantado revolucionario Jesús Raza (Jack Palance) en el genial western de Richard Brooks, 'Los Profesionales'.





Con el soporte de:
http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_mexicana
'La Revolución Mexicana', de Ramón Talavera Franco  


Guadalupe Mountains, Texas


Extremadura es una región fronteriza al suroeste de España, quizás la región con mayor tradición de frontera de todo el país. Limitando con Portugal a través de una frontera abierta y permeable, su frontera ha sido históricamente el enlace natural de relaciones entre las capitales ibéricas. 

Además, Extremadura asumió en el pasado igualmente el papel de frontera, de extremo entre distintas civilizaciones, principalmente entre los reinos cristianos y musulmanes que guerreaban por el control de la Península. Todo ello hizo que fuese escenario de múltiples conflictos, desde la Roma de César a la Francia de Napoleón.

Quizás esa condición permanente de frontera, de territorio lejano, deshabitado y al extremo del poder, abonase su singular atraso y abandono. Un territorio desamparado y feudal, con habitantes con pocas perspectivas más allá de padecer el abuso y tirar del arado. Relegada a la condición de gran coto de caza, propiedad señorial de las Ordenes Militares religiosas o inmenso pastizal para los ganados del poderoso gremio de La Mesta, cuando no reserva de carne de cañón para las guerras de Su Majestad Católica, tal era su sino.

Guadalupe, Extremadura

Del mismo modo, aquel atraso secular pudo ser la causa por la que Extremadura mantiene hoy un valioso patrimonio histórico y paisajístico, con tres ciudades Patrimonio de la Humanidad (Cáceres, Guadalupe y Mérida), un Parque Nacional (Monfrague) y un extenso catálogo de recursos turísticos y Reservas Naturales. Su herencia cultural incluye elementos de la época prehistórica, de la importante presencia de Roma, del legado Hispano-Visigodo, la cultura Musulmana y la Cristiana tras la Reconquista. Joyas artísticas del Románico y del Mudéjar, heredado de los árabes, o la honda huella Gótica y Renacentista, visten de historia los pueblos y ciudades de Extremadura.

El descubrimiento de un Nuevo Mundo al otro lado del oceáno vino a abrir una nueva alternativa a sus sufridos habitantes, la emigración, como a tantos otros desheredados de los reinos de la Monarquía Hispánica. Y hasta Las Indias partieron como colonos y guerreros los extremeños, en la esperanza de sortear el destino aciago de su cuna y conquistar las riquezas con que erigir sus blasones.

Trujillo, Extremadura

Los nombres de aquellos aventureros quedaron forjados a sangre y fuego en la Historia de América y la Humanidad: Cortés, Pizarro, De Soto, Balboa, Alvarado, Valdivia, Orellana, Belalcázar, Mendoza... y detrás de sus hazañas y fracasos, una larga hueste de miles de anónimos extremeños, que contribuyeron a situar la gesta americana de sus emigrantes como el mayor hito de Extremadura en la Historia universal.

Todos ellos vieron la luz en aquel reino olvidado de la frontera ibérica, Extremadura. Aquel fue el marco de sus primeras correrías infantiles, donde brotaron sus primeras ilusiones y tal vez alumbrasen un futuro posible en los relatos de un Nuevo Mundo. Quizás donde blandieran por primera vez la espada. De allí partieron y a ella rindieron particular homenaje sembrando con su nombre y evocación el perfil de las Américas. Un homenaje que no fue otra cosa que el propio reconocimiento de su extranjería.

Santa Cruz, California

Y así fueron nombrados desiertos, montes, ríos, ciudades y pueblos, brotando con savia nueva de la lejana toponimia extremeña: Mérida, Medellín, Cáceres, Trujillo, Albuquerque, Guadalupe son algunos de los más repetidos; aunque también Alcántara, Nogales, Perales, Benquerencia, Santa Cruz... Además, en la Nueva España se llamó Nueva Extremadura a una región ubicada al norte del virreinato, comprendiendo los actuales estados mexicanos de Coahuila de Zaragoza y Nuevo León, y parte del estado de Texas, con capital en Santiago de la Monclova, actualmente Monclova, Coahuila.

He aquí un sugerente viaje por el reflejo extremeño en Norteamérica, poblado por las emociones de quienes los descubrieron, fundaron o habitaron, labrando con ello el fruto de una historia compartida por ambos hemisferios: 

 MEXICO 

    - Campillo
    - Guadalupe (varias)
    - Ánimas
    - Mérida
    - Trujillo
    - Jérez
    - Borbollón
    - Villanueva
    - Majadas
    - Llerena
    - Santa Cruz
    - Calera
    - Mirandilla
    - Granadilla
    - Salvatierra
    - Zafra
    - Medellín
    - Bienvenida

ESTADOS UNIDOS

   - Cortés
   - Santa Cruz
   - Guadalupe (condado)
   - Río Ánimas
   - Albuquerque
   - Trujillo
   - Chaves (condado)
   - Montes Guadalupe
   - Cerro Guadalupe
   - Villanueva
    - Galisteo
    - Nogales
    - Buenavista
    - Valparaíso
    - El Gordo
    - Vera
    - Portaje
    - Serena
    - Balboa
    - Alvarado

Cuenca de Galisteo, Nuevo México


Información sobre Extremadura aquí: http://es.wikipedia.org/wiki/Extremadura  

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