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Uno de los emblemas con mayor fuerza visual y simbólica del mundo es el escudo nacional de México. De profundo significado y definición (variable, como veremos, a través del tiempo), posee además una poderosa carga narrativa. Un composición figurativa de gran fuerza y armoniosa estética. Una escena natural que logra aunar leyenda, historia, sentimiento y raza. Un emblema con garra.

El escudo de México está inspirado en la leyenda azteca sobre la fundación de México-Tenochtitlan. Según se narra, los aztecas vivían tranquilos en Aztlán, actualmente Nayarit, cuando su Dios principal llamado Huitzilopochtli habló a los sacerdotes instando a los aztecas a abandonar Aztlán. Deberían partir a la búsqueda de una nueva tierra donde darían lugar a un nuevo pueblo que alcanzaría grandes riquezas y poder sobre otras comunidades. Sólo sabrían que habían llegado a aquella tierra prometida cuando encontrasen un águila posado en un nopal devorando una serpiente. Y cuenta la leyenda que después de aproximadamente 302 años de búsqueda encontraron por fin la señal en el valle de México, sobre un islote del lago de Anáhuac, donde fundaron su grandiosa capital, Tenochtitlán. 
Año 1867

Este hecho es considerado la fundación de México, siendo la representación de la profecía de Huitzilopochtli adoptada como símbolo nacional: el águila, de perfil izquierdo, erguida y posada sobre un nopal en medio de un islote, apoyada sobre su pata izquierda mientras con la pata derecha y con el pico desgarra una serpiente de cascabel.

El modelo vigente fue dibujado por el artista Francisco Epens Helguera y ratificado con su firma por los tres poderes de la Unión Mexicana, en la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, quedando depositado en el Archivo General de la Nación, en el Museo Nacional de Historia y la Casa de Moneda.


El escudo desde su origen
El significado original de los símbolos era distinto al actual en numerosos aspectos: El águila era una representación del dios sol Huitzilopochtli, una deidad tan importante para los aztecas como que éstos se llamaban a sí mismos "el pueblo del Sol". La serpiente representaba la sabiduría y renovación de la vida, y su aparición guardaba connotaciones relacionadas con el dios Quetzalcóatl, la llamada "serpiente emplumada". El nopal, llamado 'tenochtli' en náhuatl, ha representado siempre la isla sobre la que se fundara Tenochtitlán. Sus frutos, las tunas rojas, simbolizaban para los aztecas el corazón de los hombres. El islote sobre el que se sitúa el nopal es el glifo de Copil hijo, Malinalxóchitl, primer sacrificado a Huitzilopochtli, según la leyenda azteca, ahogado en el lago de Texcoco. 

Año 1887
La historia de su uso como emblema nos lleva a la representación más divulgada de las numerosas águilas aztecas, la que se ha denominado Piedra del Escudo Nacional, o 'Teocalli de la Guerra Sagrada', una talla en piedra ejecutada con gran cuidado y maestría. Es una representación de un templo azteca con alfardas, escalinatas y un disco solar con dos dioses al frente. En su parte posterior está esculpida el águila que marca la leyenda de Tenochtitlán. Según los arqueólogos data de cerca de 1507 o 1508 y aparece en el Códice Mendoza.

Sin embargo, una revisión exhaustiva de los restos arqueológicos, pinturas, manuscritos y códices postcortesianos, muestra que no había una serpiente en la leyenda original. En algunas ilustraciones aztecas, como el Códice Mendocino, sólo se muestra un águila, mientras que en el Códice Ramírez, se cita que Huitzilopochtli ordenó a los aztecas encontrar un ave preciosa parada sobre un nopal. En el texto 'Chimalpahin cuauhtehuanitzin', el águila está devorando algo, pero no se menciona qué es. Incluso otras versiones muestran al águila agarrando el símbolo azteca de la guerra, el glifo 'atlachinolli', el "agua que arde".

En realidad, la escena del águila devorando a la serpiente habría sido considerada como impropia por aquellos mismos aztecas a quienes se pretende aludir. La historia del águila y la serpiente se derivó de una traducción incorrecta de la crónica 'Mexicayotl' de Hernando de Alvarado Tezozómoc. Se tradujo la frase náhuatl 'ihuan cohuatl izomocayan', "la serpiente silba", como "la serpiente es destruida". Basándose en este texto el padre Diego Durán reinterpretó la leyenda, de forma que el águila representaba el Bien mientras que la serpiente representaba el Mal y al pecado. A pesar de su imprecisión y tergiversación de la mitología precolombina, este significado fue adoptado al corresponderse con la tradición judeocristiana europea, siendo utilizado por los misioneros para la catequesis y conversión de los pueblos indígenas al cristianismo. El padre Durán la expondría generalmente por primera vez en 1582 para ilustrar su Atlas de la historia de los indios de la Nueva España e islas de Tierra Firme, y pronto fue adoptada por otros. No sería hasta la guerra de independencia que se usaría como escudo de armas.

Año 1916
Otra curiosidad desmitificadora hace referencia al ave del escudo, el águila real. Sin embargo, en un estudio de 1960 el ornitólogo mexicano Martín del Campo identificó al ave del códice como un 'caracara' o "quebrantahuesos", una especie de rapaz muy común en México (aunque el nombre "águila" es incorrecto, puesto que el 'caracara' es un tipo de halcón). De cualquier manera, el águila real se consideró como el águila mexicana para fines de representación oficiales, y por la misma razón se la considera como el ave oficial de México. 

Respecto a la serpiente, cuando el padre Durán la introdujo en su narración originalmente se trataba de una serpiente acuática. No fue si no hasta 1917 cuando fue representada como una serpiente de cascabel, por ser más común que las variedades acuáticas en las ilustraciones prehispánicas. Independientemente de esto, el diseño y coloración de la serpiente en el escudo moderno no corresponden con los de ninguna especie, siendo inspirados por una representación de Quetzalcóatl, la mítica serpiente de cascabel con plumas de quetzal. 


Significado actual 
Aunque los elementos principales del emblema de México permanecen a día de hoy, desde su adopción hasta el presente, al escudo nacional se le han atribuido gran variedad de significados. Estos que se detallan son los más comunes:

El águila real en actitud de combate devorando una serpiente de cascabel, representa al pueblo mexicano, e intenta mostrar que México, con su pose combativa, está listo para encarar los retos que la vida y el mundo le presenten.
Año 1934
La serpiente por su parte tiene un significado bastante obvio: representa al Mal y a los enemigos de la nación. Sin querer, el padre Durán se salió con la suya...

El nopal con cinco pencas sobre el que está posado el águila, que muestra además algunas inflorescencias. Cuenta con 32 espinas frontales que podrían representar los 31 estados de la Unión más el Distrito Federal, aunque este aspecto no ha sido reconocido oficialmente.

El islote tiene un listón con franjas de colores: el verde representa la esperanza y la victoria, el blanco simboliza la pureza de ideales y el rojo es deudo de la sangre que derramaron los héroes nacionales.

En la parte inferior hay una guirnalda, una corona abierta de ramas en forma de semicírculo, compuesta por ramas de roble al lado izquierdo, que simbolizan fuerza y determinación, mientras del lado derecho son ramas de laurel las que aluden a la gloria y la victoria de México.


Con el soporte de:
http://es.wikipedia.org
http://www.sitesmexico.com/mexico/escudo-mexico.htm 


El Teniente Blueberry es una serie de historietas del Oeste francesa iniciada en 1963 por el guionista Jean-Michel Charlier y el dibujante Jean Giraud para la revista Pilote que narra las aventuras del Teniente de Caballería Mike Steve Donovan, alias 'Blueberry'.

Las vicisitudes a las que asiste de primera mano le llevarán desde las guerras indias hasta el O.K. Corral, desde verse implicado en una maquinación contra el presidente Grant hasta tratar con el apache Gerónimo. Resuelto, astuto y cínico, Blueberry se las apaña para salir airoso de los lances que se le presentan y ser respetado por amigos y enemigos, ya sean blancos o pieles rojas.

Podemos asegurar que se trata sin duda de una de las mejores historias jamás contada en las páginas de un tebeo. Una obra ingente y maravillosa, tanto por calidad como por cantidad, desarrollada a lo largo de más de cinco décadas de arduo trabajo hasta superar el millar de páginas, y cuyas ramificaciones han dado lugar incluso a tramas secundarias relacionadas con el personaje y con alguno de los hechos que sucedían en la narración principal.

En ese tiempo, la que se pretendía en un principio como una divertida serie juvenil del Oeste pasó a convertirse en un referente indiscutible del cómic mundial, el mejor ejemplo de novela gráfica, una obra inteligente y adulta para regocijarnos una y otra vez con las imágenes del "western", tan solo con abrir una de sus páginas.

El Oeste de las aventuras de Blueberry es ilustrado auténtico y certero, con una elocuente economía de trazos. Si la exquisita representación de la acción y el movimiento hablan por sí solas (los giros, las caídas, los disparos, las cabalgadas...) me gustaría llamar la atención en particular sobre la ilustración del entorno, fiel protagonista de toda la serie.


Los paisajes y localizaciones se presentan siempre al servicio de la narración en magníficas y deliciosas imágenes, desde las mansiones de Georgia o los barrizales del Este, al áspero desierto de Sonora. La naturaleza es una pieza consustancial del género y su exposición e ímpetu (no digamos ya la lucha del hombre por doblegarla, aunque no sea el caso) se tornan esenciales a la hora de transmitirnos veracidad.

Si bien su fidelidad geográfica deja bastante que desear, el entorno físico resulta aquí tan omnipresente como magnético. A menudo las figuras humanas aparecen empequeñecidas, subrayando su grandiosidad. Son bonitas estampas que narran travesías o viajes a través de un entorno espectacular e indómito. Grandes cordilleras, amplios parajes boscosos, escenas panorámicas a ras de suelo y agrestes desiertos protagonizan estas viñetas, profundamente descriptivas pero tan sólo breves retazos paisajísticos supeditados a la acción.
Muchas veces la lectura trepidante a la que nos conduce la trama hace que pasemos por alto su observación y disfrute. Esto, aunque pueda dar la impresión contraria, no hace sino certificar la poderosa verosimilitud que otorga el grafismo de la obra, al tiempo que ofrece un placer añadido al lector en su relectura.



Las sombras tienen mucho que ver en todo. Ellas son las que nos crean la ilusión del relieve sobre el papel, las que engullen los rostros de los jinetes, las agujas de las coníferas o la raíz de los agrestes picachos; las que dan profundidad a la escena, como los postes de telégrafos o los raíles del ferrocarril perdiéndose en la distancia.


Especial mención merecen la representación de cañones y mesas del desierto, pétreos monumentos que emergen de la planicie transportándonos a un mundo aparentemente mágico e irreal, si no fuese por las cicatrices que dibujan sus estratos y las sombras rotundas que proyectan sus salientes. Ahí está el pulso ágil y el ojo naturalista de Giraud ('Moebius') para dar fe de realidad como no podría la mejor fotografía.

!Qué decir de las edificaciones y paisajes urbanos!. Las aventuras de Blueberry son unas "road-movies" a través de míticas ciudades y pueblos del Oeste, siempre al servicio de una trama sólida y desconcertantes complots.
Aunque la acción se desenvuelve por todo el Oeste, es en Arizona, México o las Rocosas donde mayoritariamente están localizadas las andanzas de aquel a quien los indios llaman 'Nariz Rota'.













Acompañándole recorreremos los confines del "far west",
desde Atlanta a Chihuahua, de Topeka a Durango, de Cedar Creek a la Sierra de la Tasajera... Una ruta por ciudades emblemáticas y poblados a medio hacer, aldeas de adobe y viejas misiones con sonoros nombres españoles, siguiendo la peripecia vital de Blueberry, envuelta su figura por el polvo cegador del desierto o la lluvia torrencial de una noche de perros...

Este es el país de Mike Blueberry, la tierra agreste de mesas rojizas y orgullosos saguaros, la última frontera entre el norte y el sur, lo salvaje y lo civilizado; el mismo solar que recorre junto a su inseparable escudero, borrachín y dinamitero, el viejo McClure (sosias de aquel mítico Walter Brennan). También es el territorio de tipos como el general 'Cabellos Rubios', Wild Bill Hickok, 'Angel Face', Caballo Loco o Gerónimo, quienes junto a una legión de personajes históricos y ficticios, (todos exquisitamente documentados) les salen al encuentro para originar las intrigas y desafíos que les dan vida.




La Charrería es un arte, una cultura, una tradición y un deporte que se practica tanto en México como en los Estados Unidos, y cuyo elemento central es La Charreada o Jaripeo. Se trata de un evento festivo que incorpora la competencia y la exhibición ecuestre, una indumentaria especial, suertes a caballo, música y gastronomía típicas. 

Como deporte, se cumple con los reglamentos de la Federación Mexicana de Charrería, mediante los cuales los participantes masculinos o charros compiten en el floreo de reata (las habilidades artísticas con el lazo, soga, cuerda o reata) y en las suertes ecuestres. Por otro lado las escaramuzas charras son equipos conformados exclusivamente de mujeres, las mismas que ejecutan peligrosas exhibiciones cabalgando “a mujeriegas” o en albarda, una silla para montar a caballo con las dos piernas de un solo lado en lugar de sentarse a horcajadas sobre el lomo del animal.




La Charrería tiene su cuna en las prácticas ecuestres y el manejo de la ganadería extensiva empleadas por España en la colonización de América. Por todo el continente fue evolucionando y adaptándose a las distintas peculiaridades de regiones y climas. En Norteamérica, grandes haciendas, misiones y presidios fueron los escenarios donde la agricultura y la cría extensiva del ganado generaron el tipismo rural de donde surge el charro mexicano. A principios del Siglo XIX en México, la gente de las haciendas organizaba celebraciones en las que los charros demostraban sus habilidades y competían con otros charros. Un siglo más tarde, como resultado de la Revolución Mexicana, las vastas haciendas fueron divididas, lo que obligó a muchos a abandonar el campo y emigrar a las grandes ciudades. Con el deseo de perpetuar sus tradiciones los charros se reunieron entonces y formaron asociaciones para poder preservar y promover sus tradiciones. Este fue el inicio de la Charrería como deporte. La Federación Mexicana de Charros se fundó en el Ciudad de México en 1933 para gobernar a las diferentes asociaciones charras que estaban surgiendo. 

La Charreada, torneo distintivo de la Charrería, se efectúa en sus escenarios propios llamados lienzos charros. Un lienzo charro es un ruedo de 40 metros de diámetro con un callejón de lienzo de 12 metros de ancho por 60 metros de largo que conduce hasta él. Aquí es donde acude un extenso público para apreciar las llamadas suertes charras y también para dar apoyo a sus partidarios. Además, en las charreadas no puede faltar un Tamborazo o una Banda que al compás de su música llena de alegría al público y a los competidores de cada asociación charra. Estos equipos demuestran su maestría en la arena por medio de nueve pruebas o suertes, que son calificadas por los jueces en función de su estilo y ejecución.


El espectáculo se inicia con el Desfile de los equipos charros participantes, que recorren el lienzo al ritmo de la "Marcha de Zacatecas" y saludan al público, para luego retirarse y dar lugar a la primera de las suertes, la cala del caballo, en la que es evaluado el nivel de control que el jinete tiene sobre el caballo a través de distintos ejercicios.

La suerte que sigue se llama piales en el lienzo, y en ella el charro intenta lazar las patas traseras de una yegua a la carrera y detenerla por completo amarrando la soga en la cabeza de su silla de montar. Para conseguirlo dispone de tres oportunidades.










El tercer evento se conoce como colas, donde el charro tiene cabalgar hasta un novillo, tomarle el rabo y enrredarlo habilmente alrededor de su pierna para luego salir a todo trapo y lograr que la res caiga. Debe hacerlo en no más de 60 metros.




Entre las colas y el jineteo tiene lugar la escaramuza. Este evento es ejecutado por mujeres en equipos de ocho. La intervención de la escaramuza es una demostración de ejercicios ecuestres que requieren gran precisión, agilidad y audacia, pues además deber realizarlos montadas en albarda o a “mujeriegas”, con la pierna derecha cruzada, y en sincronía con el acompañamiento musical.




 

La cuarta prueba es el jineteo de toros, donde el charro debe montar al toro hasta que este deje de cocear y lo "dome". El toro encerrado en un cajón es "pretalado", esto es, se le coloca un cintillo alrededor del lomo para que el charro pueda sostenerse.








En la suerte conocida como la terna, un equipo de tres jinetes deben lazar una res, primero alrededor del cuello y luego de las patas traseras, para derribarla, una vez puesta la soga a la cabeza de la montura. Deberán lanzar sus lazos a caballo cada uno sucesivamente hasta en tres oportunidades y en un tiempo máximo de seis minutos. 



La sexta suerte es el jineteo de yeguas donde el charro monta un caballo bronco, sin domar, desde un cajón que se abre al ruedo, y finaliza cuando el jinete cae a la arena. El jinete puede hacerlo "a la greña", agarrándose unicamente a las crines del animal, o "al pretal", como en el jineteo de toros.






El octavo evento son las manganas que consisten en que el charro tiene que lazar las patas traseras y delanteras de una yegua corriendo alrededor del ruedo hasta hacerla caer. Esto se hace tanto a caballo como a pie. Se ofrecen tres oportunidades que deben ser rematadas de manera distinta para añadir puntuación al equipo perteneciente.




La novena y última suerte de la charreada es el paso de la muerte, considerada una de las más difíciles. El charro cabalga (jinetea) su caballo sin silla para saltar desde él hasta una yegua salvaje lanzada a la carrera y mantenerse en ésta sosteniéndose de sus crines hasta que deje de resistirse y se detenga. El charro solo podrá dar dos vueltas al ruedo en pos de la ejecución de la suerte y no podrá caerse en ella para obtener puntos a su favor.



Por último se cuenta con el charro completo, un tipo de competición que consiste en que un mismo charro ejecuta todas las suertes salvo el jineteo de yeguas y las ternas, demostrando que reune todas las aptitudes para ser lo que se dice "un charro completo"




En la Charreada toda la familia participa y se involucra, ya sea como jinetes, entrenadores, preparando el vestuario, con los músicos, bailarines o como público. La elegancia y disciplina de las charreadas proveen el marco adecuado para la convivencia y la participación familiar, al tiempo que celebran y honran su legado cultural, ya sea al sur o al norte de la frontera.
 

En los Estados Unidos, la práctica del deporte de la charrería, empezó en los años setenta cuando los méxico- americanos, buscando maneras de expresar el orgullo por su cultura y tradiciones, solicitaron a la Federación Mexicana de Charrería apoyo para establecer charreadas con carácter oficial. Las charreadas en los Estados Unidos siguen las mismas pautas y reglamentos de la Charrería en México. La atmósfera creada en el lienzo charro por el vestuario, la música y los platos típicos da a los mexicanos residentes fuera de su país la oportunidad de celebrar su identidad y les permite tener una conexión cultural con México. 




Esta es una breve reseña del desarrollo de La Charreada, un espectáculo artístico de admirable belleza donde se citan tradición popular, esforzado arrojo y pericia con las bestias. Sin menoscabo de su vida, con precisión y estética.  

Disponen de más información en el siguiente enlace: www.asociacionnacionaldecharros.com/blog/

Con el soporte de:

www.decharros.com
www.mundocharro.com.
http://es.wikipedia.org/wiki/Charrer%C3%ADa



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